Otro filme más de terror, y van... En éste caso todo transcurre dentro de un edificio, el que le da el nombre original al filme, situado en pleno centro de la ciudad de Nueva York.
Siendo justos se debe decir que si hay algo positivo en la cinta es el manejo de la cámara, el montaje y las actuaciones de las dos protagonistas, en primer lugar la dueña de casa, Eleonor (Fionula Flanagan), una siniestra ancianita tan sádica y cínica como el Coronel Hans Landa de “Bastardos sin gloria” (2009).
La historia comienza cuando Jackie (Julie Benz), el otro punto alto de la actuación, personificando a una joven con sus propios demonios interiores ha sufrido, y todavía está en duelo sin resolver, la muerte de su pequeña hija. Habiendo caído en el alcoholismo, ya dada de alta y en recuperación, se aloja en el edificio, uno de los pocos que recibe a pacientes recuperándose de adicciones.
Pero el lugar tiene sus reglas: vivir acorde a las buenas costumbres de manera decente, sólo cumpliendo esa regla podrá permanecer el tiempo que desee. Paralelamente sabemos que su elección está dada por otros motivos, pues ahí mismo su amiga Danielle (Danielle Harris) con su novio han desaparecido.
Ella le pide al detective Tim (Josh Stamberg) la ayude en la resolución de la misteriosa desaparición. Un policía que se podría llevar el gran premio a la inoperancia.
Pero nada es lo que parece en esa antigua mansión. Alojada en la misma habitación que su amiga, Jackie hace contacto con Sarah, (Belle Shouse), una niña a la que los padres en eternas peleas la tienen muy descuidada.
Todo esto sucede en los primeros 10 minutos, ahí se produce la primera aparición del objeto aterrador, antes, por supuesto, un estallido sonoro hace amedrentar al espectador, y la cinta pierde el clima que había ido construyendo hasta ese momento, de muy buena manera y con elementos más proclives al suspenso que al terror berreta que termina por imponerse.
La narración deriva en una mala mezcla de la saga ”El juego del miedo” (son los mismos productores, 2004/2010, 7 en total) y cualquiera de la infinita lista de cine de terror en que la casa pasa a ser un personaje, con sus recovecos, pasadizos y puertas secretas. Para que esto suceda el espacio donde transcurren las acciones debería ser mostrado en función permanente y como personaje que se precie de tal en esa situación. En esta producción está sólo para generar sorpresa, sobresalto, y justificar las posibles acciones del personaje, sujeto promotor del pánico.
Lo que instala rápidamente es lo ridículo, cuando no inverosímil, y sólo queda hasta el final una vuelta de tuerca demasiado anunciada, como previsible. Por lo que de vuelta....nada. De tuerca menos