Habiendo escaleras el propietario no se responsabiliza...
Cinco desconocidos atrapados en un ascensor, que por causas extrañas no puede volver a funcionar. De pronto la cabina comienza a matar uno a uno a sus ocupantes. ¿Les resulta familiar? Tal vez algunos recuerden un telefime holandés de comienzos de los ochenta acerca de un ascensor que asesinaba a quienes subían a él. Puede que sea el punto en común con este cuentito de terror, el primero de una serie, que nos propone la mente cada vez menos ingeniosa de M. Night Shyamalan. Sólo que aquí, tal su costumbre, involucra cuestiones religiosas y el obvio mensaje moralizante que caracteriza a sus filmes.
El diablo anda suelto y reune a algunos indeseables en un sitio preciso, el ascensor. Uno de ellos puede ser el mísmisimo demonio. Cuando el técnico del edificio no logra solucionar el tema y los aprisionados comienzan a ser hostiles entre ellos, entra en escena el detective Bowden (Chris Messina) quien andaba por la zona investigando un suicidio ocurrido pocas horas antes.
Interesante, mas no descollante, labor de John Dowdle en la dirección. Sabe provocar tensión en el relato, consigue buenas tomas dentro de lo que se supone es un espacio reducido, consigue matices que dotan de interés a la trama, más del que tal vez merecería y si bien la historia es previsible, cumple con el objetivo de brindar algunos sobresaltos y entretener en un tiempo afortunadamente corto.