Tenemos aquí el clásico y ya remanido cuento del pecado-purgatorio-redención, pero en el limitado contexto de un ascensor, casi literalmente al infierno. Por otro lado, no es menos cierto que entre los tópicos más utilizados del género del terror, el de la creación de situaciones dentro de un ascensor no es el más populoso.
El caso de Devil, producida por M. Night Shyamalan, en ese marco de pequeño subgénero, podría haber sido una apuesta certera e interesante. Pero no.
El gran problema del film , que intenta jugar en los márgenes del cine de suspenso, es que precisamente no logra hacer pie en él porque lo que está presente desde el comienzo es la total previsibilidad de su trama. Se nos presenta un grupo de gente encerrada en un ascensor, a esto se le suma que el título del film refiere al diablo, y además, oh, uno de los empleados de seguridad (latino prototípico, supersticioso y de rosario en mano) tiene la certeza de que el núcleo del asunto es la presencia de Satanás.
Estos tres elementos no dejan lugar a dudas a cualquiera que haya visto más de un puñado de films del género; la cuestión se va a resolver con varios muertos y uno que será el diablo encarnado en figura humana. Chin pum, colorín colorado.
Por otro lado, para aportar a la carencia de elementos atractivos, tenemos uno de esos grupos paradigmáticos del neo terror made in Hollywood (un afroamericano, una joven atractiva, un muchacho filo galancete, una anciana y un tipejo insoportable), casi el cast ideal para una entrega de Saw o Destino final.
No hay desarrollo de los personajes, no hay escenas que vayan más allá de la rutinaria sucesión de muertes intercaladas con mínimas situaciones de tensión-que-no-tensionan-a-nadie. En paralelo, el operativo policial de rescate no aporta más que un cúmulo de lugares comunes (esos que bien desarrollados pueden ser disfrutados como guiños clásicos) que tienen su clímax en el final, teñido de un color lacrimógeno judeocristiano insoportable.
Bonus Track: A la hora de cine de terror en ascensores, no lo dudes, acudí a los pequeños clásicos, como El ascensor (De Lift, Holanda, 1983, de Dick Maas), donde el protagonista es el elevador en sí, verdadero mandamás de un edificio maldito.