Escaleras o diablitos
Cinco personas encerradas en un ascensor. Uno de ellos es el Diablo. La casualidad de ese encuentro se irá develando completamente causal; aflorarán, uno a uno, los motivos de esa “reunión” y entonces, uno a uno, también, los ocupantes irán siendo asesinados.
El clásico tópico del policial inglés de la muerte en el cuarto cerrado se aggiorna (hace poco estrenaron en las pantallas argentinas Enterrado) y se agregan toques de sobrenatural para vestir un entretenimiento que comienza bien, pero no consigue sostener la atención en sus 80 minutos.
El uso del fuera de campo, el oscurecimiento de la pantalla y el sonido que permiten generar una tensión apropiada y muy bien matizada para mostrar lo que va sucediendo en el elevador y, a la vez, el saber construir un afuera que aporta su cuota de paranoia y confusiones, suman a favor. Lamentablemente todo se irá diluyendo cuando la película se muestre como lo que siempre ha sido una historia de redenciones y culpas a expurgar. La moral religiosa se impone (y con ella el melodrama) y el hallar una explicación tranquilizadora se vuelve esencial y sumamente explícito. Virtudes y defectos que uno puede derivar del productor y coguionista M. Night Shyamalan.
Si bien los personajes son bastante estereotipados y poco conocemos de cada uno de ellos (lo imprescindible para dudar de todos), el espectador puede basar su interés tranquilamente en la verosimilitud que alcanza la situación planteada, y el desarrollo de los roles, las actitudes y las alianzas que se entretejen y los prejuicios y miedos que se exteriorizan, funcionan como anzuelo que nos mantiene expectantes. La dosificación de la información y cierta sutileza en su mostración son para agradecer y dejan más en evidencia los trazos gruesos que también abundan.
Por otro lado, La reunión del Diablo vuelve a demostrar que cada vez más en Hollywood (Actividad paranormal, Skyline) crece el clisé prejuicioso que coloca a los personajes latinos como portadores de una mística religiosa (visto como un carácter irracional y bárbaro) al extremo de recurrir al rezo católico en idioma original (español) en alguna escena que siempre causa vergüenza ajena.
Cuando llegamos al final uno casi siente un poco de penita por el Diablo que debió urdir un plan tan intrincado para llegar a semejante resultado y hasta nos podríamos preguntar si no se toma las cosas muy a pecho o es que, simplemente, en su eternidad, el tiempo realmente le sobra.