Aunque el diablo se vista de...
No se dejen engañar. Él está entre nosotros. Ha tomado otra forma, pero su esencia nos sigue atormentando. Sus mensajes subliminales siguen persiguiéndonos. Creíamos habernos librado por un tiempo de su presencia, pero ha decidido atacarnos de vuelta. Y nada mejor que manipular a dos hermanos directores que habían hecho una película sobre posesiones demoníacas para volver a expandir su mensaje evangelizador.
El diablo, perdón digo, M. Night Shyamalan ha vuelto a las andanzas y ha elegido a los hermanos Dowdle (Cuarentena, remake estadounidense de Rec) para llevar a cabo sus maliciosos planes…
Lo cuál, es muy probable que haya sido mejor decisión que haber tomado la historia de La Reunión del Diablo en sus propias manos. Esta es la primera entrega de “The Night Chronicles”: relatos que el director de El Protegido escribió hace tiempo y ahora no quiere dirigir, pero son un poco mejores (o menos pretenciosos y tienen presupuesto más reducido mejor dicho) que sus últimas obras
La película empieza patas para arriba. No es una metáfora, sino literal. El mundo se ha dado vuelta y el diablo se instaló en un ascensor. Básicamente esa es la idea: un suicidio, un detective que llora a su esposa e hijo fallecidos hace 5 años y 5 personas encerradas en un ascensor. El mismo se detiene en el piso 21, y pronto todos los acontecimientos se empiezan a cruzar. Gracias a una innecesaria voz en off (de un mexicano religioso y creyente. En Latinoamérica no hay escépticos para los ojos estadounidenses) a modo de narrador fabulesco, nos enteramos que el mismo diablo se ha metido en el cuerpo de una de esas cinco personas, va a aterrorizar a los otro cuatro, a medida que los va matando, y de paso termina con un par de curiosos de este mismo edificio de Filadelfia que tratan de ayudar a sacar a los “inocentes” antes que Satanás se los lleve.
Bajo este relato de suspenso con climas bastante bien manejados, humor previsible y obvio, se esconde (o se expone burdamente mejor dicho) una subtrama acerca de la redención, el perdón y la esperanza de que el hombre no es tan malo como parece y puede excomulgar sus pecados. Shyamalan revuelve sobre sus obsesiones más básicas: la religión, la moralina, el héroe que debe dar vuelta la página y superar sus miedos, recuperar la fe, etc. No hay demasiadas diferencias entre el detective Bowden o el reverendo que interpretaba Mel Gibson en Señales, o incluso el alma perdida de Bruce Willis en Sexto Sentido.
Los hermanos Dowdle se limitan solamente a seguir un guión al que se le notan demasiado los hilos… que se parece a un whodidit (que tanto despreciaba Hitchcock) con el estilo de las novelas de Agatha Christie. Acá el misterio, es ¿quién es el diablo? De esta forma se van rotando las sospechas. Y sí, mientras lo que importa es ese juego, la película meramente entretiene gracias a interpretaciones creibles de Messina, pero especialmente de los miembros del club de los atrapados: Marshall- Green, Novakovic, y dos veteranos actores de reparto como Jenny o’ Hara y Bokeem Woodbine. También aparece otro excelente intérprete secundario como Matt Craven (Marea Roja, La Vida de David Gale). Ayuda la fotografía de Tak Fujimoto y la banda de sonido del español Fernando Velázquez (El Orfanato) a mantener la tensión.
El problema aparece cuando al diablo se le empieza a notar la cola, o mejor dicho cuando Shyamalan ensombrece la película con su típica mitología. A partir de entonces, quedan al descubierto las tonterías del guión. Demasiado discurso explícito, demasiada redundancia, e incluso, lugares comunes. Ya no es una cuestión de diálogos, sino de acumulación de clisés. Al final, quien es el diablo, es lo que menos importa.
Como dije al principio, si la agarraba el propio Shyamalan seguramente estaríamos hablando de otro desparpajo al estilo El Último Maestro del Aire, El Fin de los Tiempos o La Dama del Agua. Los hermanos Drowdle logran simplificar y al menos hacer entretenidos, efímeros y olvidables los 80 minutos que dura el film.
Sin tantos sobresaltos como prometía, y apenas alguna que otra escena de tensión rescatable, La Reunión del Diablo, tan solo confirma que a M. Night Shyamalan, no importa el rubro que ocupe (aunque sea actuar, lo cual tambien lo hace de forma horrible) no se le puede tener más fe.