Para el director y guionista Ryusuke Hamaguchi estas tres historias de mujeres contemporáneas que transcurren en Tokyo son de “coincidencia e imaginación (…) una manera de considerar lo excepcional como la esencia del mundo”. Es lo que declaró cuando ganó el Oso de Plata en Berlín. Son historias donde lo imprevisto, la moneda que puede caer de un lado o del otro como imagino Woody Allen, construye una relación intensa, fundamental en la vida de las protagonistas. Quizás porque asimilar lo fortuito como entendimiento de la naturaleza humana es posible en sus manos, para construir con paciencia y calma momentos cruciales en esas existencias pobladas de angustia, egoísmo, complejidad de caracteres. Y el resultado puede ser deliciosamente cálido y comprensivo, desastroso por circunstancias inesperadas o gozosas aunque nazca de la confusión. Según los tres movimientos en que divide esta película el resultado para el espectador es entrañable y siempre lúcido. Un triángulo amoroso insospechado de tiempos presentes y pasados que se resuelve de manera dual, con una apelación a un mínimo de generosidad que los humanos pueden ejercer, ocupa la primera parte. La segunda es una trampa de seducción, ejercitada por una mujer presionada para que su joven amante tenga una venganza. Aquí el erotismo, la emoción que emanan las palabras pueden más que las malas intenciones, pero el destino final resulta más destructivo que cualquier plan. Y por último una historia de reconocimiento y duplicaciones que deriva en un fuerte sentimiento de reparación. Mujeres contemporáneas inmersas en sus mundos de conflictos y amores, deseos y alivios existenciales. Una película resuelta con maestría y mano segura en la comprensión de cada personaje, de cada movimiento, de cada situación, con un resultado delicado, sorprendente y por momentos fascinante.