Dirigida por Ryûsuke Hamaguchi, realizador japonés recientemente galardonado en los Premios Oscar por “Drive My Car”, confluye aquí tres historias diferentes, protagonizadas, en mayor grado, por personajes femeninos. La mirada de mujer omnipresente abundará en vínculos afectivos que, en su independencia individual, poseen un hilo conductor insoslayable. Cineasta de profusa trayectoria, Hamaguchi se volvió conocido en occidente gracias a “Happy Hour”, apostando aquí por reflejar instantes de una vida escenificados con espíritu poético y una intervención minimalista. “La Rueda de la Fantasía y la Fortuna” es una historia sencilla de magia intrínseca, que descansa en la potencia de la sensación. Transitan la pantalla personajes que guardan aspectos de su pasado por clausurar; los pesos se acarrean hasta quebrarnos, las heridas no acaban por cicatrizar. Hay en el presente episódico film un dejo del cine de Eric Rohmer. Podemos constatar cierta búsqueda formal concreta en una estética y fotografía naturalistas, que persiguen un matiz orgánico. La cámara intimista maneja el ritmo narrativo adecuado, camino a la profundidad reflexiva. La vida es una metáfora del propio artificio orquestado. La profundidad de este film oriental, lejos del clasicismo nipón, dialoga en el ir y venir cronológico. Los monstruos sagrados Rossellini, Kiarostammi y Linklater conviven entre planos suspendidos que anulan toda superflua acción. Solo importan los gestos y la autenticidad de un sonido que nos referencia tiempo y espacio, mientras las conversaciones entre personajes van incrementando la noción de aspectos particulares. Se lleva a cabo un problemático recorrido a través de la naturaleza de ciertas dinámicas sociales. Destaca, con sensibilidad, el abordaje al deseo de una mujer contemporánea sin anhelos de maternidad. La obra apuesta, con desigual acerito, a una intensidad filosófica que da cuerpo a la conquista cinematográfica con un tono casi mimético.