Con algunas películas, todo se trata de la edición: un desfile enérgico de imágenes sorprendentes acompañadas de una partitura cinética. Y luego están películas como Wheel of Fortune and Fantasy (La Rueda de la Fortuna y la Fantasía) y Drive My Car, de Ryûsuke Hamaguchi, en las que la cámara se queda quieta y observa a los artistas mirándose unos a otros mientras hablan, porque la conversación es la verdadera protagonista. Las escenas de diálogo largas, estáticas, significan que cada pequeño zoom, edición o panorámica llama la atención en el momento indicado, destacando el cambio en la mirada del director. Películas como ésta sacan a relucir el voyeurismo esencial del cine.