En este drama ambientado en el Coney Island de los años 50, Woody Allen retoma algunos temas recurrentes de su filmografía como la insatisfacción matrimonial, la crisis de la mediana edad y los celos como motor de la tragedia. El carácter nostálgico del relato se potencia por la estilizada fotografía del legendario Vittorio Storaro, la cual nos traslada de lleno al verano neoyorquino, con sus playas colmadas de gente y el bullicio del parque de diversiones como música de fondo.
La historia gira en torno a Ginny (Kate Winslet), una actriz frustrada y hastiada de su matrimonio, que vive y trabaja en las inmediaciones del parque de atracciones con su marido Humpty (un tosco hombre que maneja el carrusel de la feria, interpretado por Jim Belushi) y su hijo Richie, fruto de una relación pasada. La llegada de Carolina (Juno Temple), la ingenua y atractiva hija de Humpty, que escapa de su esposo mafioso que quiere matarla, complica aún más las cosas para Ginny, que no encuentra un minuto de paz en su hogar. Tras conocer a Mickey (Justin Timberlake), un joven con aspiraciones a dramaturgo que trabaja como bañero en la playa de Coney Island, la vida de esta mujer a punto de cumplir los 40 años da un giro que aviva dentro suyo la esperanza de rehacer su vida. Pero los conflictos amorosos se interponen cuando Mickey comienza una relación paralela con Carolina, provocando una ira incontrolable en Ginny, lo que la lleva a sacar a relucir lo peor de sí.
Más allá de contar con algunas escenas que se extienden por demás, la película logra encauzar el argumento de manera ágil y entretenida, transitando primero por el romance ligero, para finalmente explorar el costado más oscuro de la personalidad de la protagonista, llevando el tono de la narración hacia un drama que adquiere ribetes shakesperianos. Lo más interesante del filme se halla en la exploración de los sentimientos de los personajes, tanto en lo que se refiere a la creciente angustia de Ginny (que pasa de ser una mujer rejuvenecida a otra rencorosa y vengativa) como a la indecisión amorosa de Mickey, que sale con ambas mujeres pero en el fondo sabe que no podrá sostener esa dinámica por mucho tiempo.
La apuesta por revivir los últimos años de esplendor de Coney Island funciona gracias a la excelente dirección de arte pero fundamentalmente debido al minucioso trabajo sobre la imagen (el manejo de los colores y el uso del gran angular, que le otorga un carácter circense a los escenarios). Es cierto también que la estética recargada, que incluye movimientos de cámara subrayados, puede resultar molesta en algunos pasajes de la narración, en donde la forma cobra mayor protagonismo que el contenido, es decir, lo que sucede a nivel dramático. Si bien Wonder Wheel no es lo mejor de Woody Allen, es una película con peso propio que reconfirma los dotes narrativos del guionista y director neoyorquino, con un interesante acercamiento hacia la psicología humana (especialmente la femenina) y a los conflictos amorosos en relación con la tragedia.