Woody Allen es de esos directores que no paran. El realizador de joyas como “Love and Death” (1975), “The Purple Rose of Cairo” (1985) y “Match Point” (2005) nos ofrece un promedio envidiable de una película por año a la edad de 82. Incluso en estos tiempos convulsionados donde salen a relucir ciertas polémicas que rodean al autor, no influyen en su apretada agenda cinematográfica que continúa a pesar de las denuncias en su contra. Más allá de que cierto sector de la industria lo sigue encubriendo y de lo repudiable de su comportamiento, aquí no juzgaremos su desempeño como persona sino como cineasta.
A principios de este año estrenó este largometraje conocido en nuestras pampas como “La Rueda de la Maravilla”, el cual nos cuenta una historia que transcurre en la Coney Island de la década de los 50. La misma está protagonizada por el joven Mickey Rubin (Justin Timberlake), un apuesto salvavidas del parque de atracciones que quiere ser escritor, Humpty (Jim Belushi), operador del carrusel del parque, y su esposa Ginny (Kate Winslet), una actriz con un carácter sumamente volátil que trabaja como camarera. Ginny y Humpty pasan por una crisis porque además él tiene un problema con el alcohol, y por si fuera poco la vida de todos se complica cuando aparece Carolina (Juno Temple), la hija de Humpty, que está huyendo de un grupo de mafiosos.
Como es de esperar, el film traerá ciertos elementos dignos de una tragedia griega, donde los personajes actuarán y tomarán decisiones que serán determinantes en el resto de sus vidas. También se trabaja, como es habitual, la incidencia de las fuerzas del destino que proceden de manera definitiva en las profundas o nimias existencias de cada personaje.
Es así como Mickey comenzará un romance con Ginny, haciendo que ésta se sienta querida nuevamente y produciendo un enamoramiento que para una de las partes puede ser un amor de verano y para la otra un acto de escapismo de la pesada rutina de la vida cotidiana. Romance, engaño, peligro y un destino fatídico conforman varias temáticas que se viene trabajando en la filmografía de Allen.
Una comedia dramática con mayor profundidad que sus homólogas hollywoodenses, donde los enredos y los problemas que tienen los protagonistas calan más hondo que en muchas otras películas de este estilo.
Este particular romance de época cuenta con un elenco envidiable, donde todos sus intérpretes logran redondear una estupenda performance. Sumado al excelente (como es habitual) trabajo de Kate Winslet, consigue ser realmente destacable la actuación de Jim Belushi, quizás una de las mejores de su carrera. Por otro lado, tanto Timberlake como Temple demuestran su joven talento al poder plasmar esa cuota de ingenuidad, producto de su floreciente amor juvenil.
Si bien el largometraje transita ciertos temas y lugares comunes que vimos en tantos otros relatos del director, “Wonder Wheel” resulta una digna adhesión a su filmografía. Lo más destacable de la obra en cuestión reside en el aspecto visual del film. Desde que Woody Allen comenzó a incluir al Maestro Vittorio Storaro (“Apocalypse Now”) en sus trabajos, la fotografía y el manejo de cámara de sus películas pasaron a ser algo realmente excelso. Generalmente, las últimas cintas de Allen comprendían grandes tareas narrativas pero que se veían como teatro filmado. No es por desmerecer el compromiso del artista de turno, pero genuinamente podemos decir que se destaca el poderío audiovisual del largometraje gracias a la tremenda labor del director de fotografía italiano. Quizás haya vuelto ese gran aspecto artístico que veíamos en relatos como “The Purple Rose of Cairo”, donde Gordon Willis sacaba a relucir un trabajo estético impecable para acompañar a la usual verborragia narrativa del director octogenario.
“Wonder Wheel” resulta ser una tremenda maravilla visual al exteriorizar los sentimientos de los personajes y sus destinos por medio de los colores saturados y ese mundo de fantasía compuesto por la feria que rodea/tapa las miserias de la vida cotidiana de sus trabajadores. Un film que si bien no es la mejor obra de Woody, sí podríamos decir que es realmente disfrutable.