Otro año y otra película de Woody Allen desembarca en las salas argentinas para el público asiduo a la obra del realizador. A pesar de que su calidad narrativa en lo que va de la década es bastante desigual (con la notable y Oscarizada excepción de Medianoche en París), La Rueda de la Maravilla tiene suficientes méritos para entrar en la columna de los aciertos, por modestos que estos puedan ser.
Caballo de Calesita:
Coney Island, 1950. Carolina (Juno Temple), la esposa de un mafioso, regresa a la casa de su padre, Humpty, quien vive con su esposa Ginny y su hijo. Aunque la relación no está en los mejores términos, acceden a acogerla pues a la mafia no se le ocurriría buscarla en la casa del padre que supuestamente la rechaza. Las cosas se complicarán cuando empieza a nacer un romance entre Carolina y un salvavidas que resulta ser el amante de Ginny.
La Rueda de la Maravilla es un guion decente tanto en estructura como en desarrollo de personajes, indagando tanto en debates morales y frustraciones humanas. También apuesta en algunas instancias a que el espectador sume dos y dos en su cabeza, en particular con la resolución de la historia.
No obstante, tampoco es lo que se dice un guion sobresaliente debido a tres detalles que no le llamaría defectos pero tampoco virtudes. Primero, la subtrama con el hijo pirómano de la protagonista no tiene mucho peso en la trama más allá de generar una ocasional humorada. Segundo, el salvavidas encarnado por Justin Timberlake se otorga un rol de narrador que conforme avanza la trama pierde relevancia y consistencia. Tercero, si bien trama y subtrama se terminan entrelazando para proveer a la película de un clímax satisfactorio, no pocas veces se siente que la segunda le gana terreno a la primera en cuanto a cantidad de escenas.
En materia actoral, los cuatro actores protagonistas entregan dignos trabajos. En esta ocasiónJustin Timberlake es el alter ego de turno del director, entregando una performance muy capaz, mientras que Kate Winslet realiza una labor a la altura de una actriz de su categoría aunque está lejos de sumarse a la galería de sus trabajos más destacados.
En materia visual, estamos ante una de las películas más coloridas de la carrera de Woody Allen. La Rueda de la Maravilla ratifica la solidez de ese gran matrimonio creativo iniciado en Café Society con el legendarioVittorio Storaro. El contraste del colorido parque de diversiones y los tonos desaturados del hogar de los protagonistas, no podrían reflejar más el estado de ánimo de los mismos. Un color, que como todo lo que lleva la firma de Storaro, es utilizado con ingenio. Claro ejemplo de ello es una escena en el muelle que tiene Kate Winslet junto a Justin Timberlake: esta le cuenta su historia y, a medida que progresa su narración, la luz y el color de su rostro van dando lugar a un tono pálido y desaturado. Un momento único donde actuación, fotografía y guión están en la misma página; el espectador puede apreciar el deseo y la frustración del personaje de Winslet.
Conclusión:
A pesar de algunos rellenos innecesarios, La Rueda de la Maravilla es un drama muy logrado en el papel, complementado por actuaciones decentes y un abanico visual de tremenda riqueza poco frecuente en la filmografía del director. No va a formar parte ni por asomo de lo mejor que hizo Woody Allen, pero tampoco junta los suficientes errores para figurar entre lo peor.