Contra las mujeres
Eduardo Pinto (Palermo Hollywood, Caño Dorado, Corralón) filma una fábula de terror a pleno sol, siguiendo una tradición de films contemporáneos que rompen con el ideal romántico alrededor del campo argentino.
La historia sigue a tres amigas Mara, Tini y Luz (Sofía Gala Castiglione, Paloma Contreras y Analía Couceyro) que alquilan una casa en medio de la nada para “desconectarse”. Una noche los lugareños las invitan a una fiesta que deviene en un extraño ritual ancestral. Al día siguiente Tini desaparece y sus amigas emprenden su búsqueda, que desata una red de complicidades asociada a una violenta tradición propiciada por los hombres del lugar.
En tiempos feministas la película propone una parábola histórica: Las aberraciones realizadas hacia los indios en plena Campaña del Desierto en el siglo XIX, hoy en día son sufridas por las mujeres. Cómo si la violencia en ese entorno rural jamás hubiera dejado de existir desde entonces, solo que ahora en el siglo XXI, el blanco de las agresiones masculinas no son los aborígenes sino el género femenino.
Para establecer esa conexión la película se vale de una serie de indicios -quizás demasiados- que deambulan sobre la primera mitad de la trama. Cabezas de ganado son utilizadas como máscaras para rituales, vestidos y pinturas del siglo XIX circulan por las casonas de campo. Estos indicadores van presentando el clima terrorífico del relato.
Hace tiempo que el campo dejó de ser el ideal de armonía para el cine nacional, desde Aire libre (2014) hasta Infierno grande (2019), pasando por la reciente Pistolero (2019), el escenario rural es representado como un entorno peligroso en el que prima la claustrofobia. La sabiduría (2019) sigue esa línea narrativa desde el subgénero de sectas: las protagonistas llegan a un espacio del cual no podrán salir, se codean con personajes que transforman su amabilidad en violencia inesperada cuyos comportamientos huelen a conspiración secreta. No aparece el Diablo como figura mitológica, pero si el pasado histórico/violento en el cual se gestó el dominio por la fuerza.
La película carece por momentos de claridad para contar el cuento. Los episodios oníricos no subrayan el viaje al pasado y su relación histórica con los hechos, dando un carácter fantasioso al relato y alejándolo de la alegoría planteada. Lo mismo sucede con las pistas desperdigadas por la trama que abren interrogantes y generan ambigüedad, mas para desorientar el camino que transitará el guion, que para encauzar la trama.
La película se sostiene en dos pilares que resultan fundamentales, uno es el gran elenco que completan Daniel Fanego, Luis Ziembrowski, Diego Cremonesi, Lautaro Delgado Tymruk, Juan Palomino, Leonor Manso y Pablo Pinto, quienes sortean los vaivenes narrativos mencionados, el otro es su propuesta estética. Eduardo Pinto es un director visual, característica que predomina toda su filmografía, aquí reafirmada por una sorprendente dirección de fotografía (hecha por el mismo) que pone de relieve cuanto atardecer y rayo de luz se posa sobre sus personajes en medio del paisaje.
La sabiduría es una película potente en cuanto a sus imágenes y los hechos que describe pero que se siente despareja en su narración. Las actuaciones elevan la propuesta a dimensiones épicas y ayudan a transitar la verosimilitud de un relato terrorífico y desolador.