La nueva película de Eduardo Pinto, "La sabiduría" es otra muestra de su cine salvaje, actual, y potente; con grandes actuaciones de todo su elenco y una factura técnica impecable. Una de las mejores propuestas del año.
En los últimos tiempos, el feminismo pasó de la agenda político social, a las diferentes expresiones artísticas, entre ellas, el cine. Como sucede siempre, están quienes lo hacen por verdadero compromiso y entendimiento de la causa; y quienes sólo lo hacen como gesto “para quedar bien” sin llegar al núcleo del asunto, y muchas, hasta entendiendo mal de lo que se habla (como la reciente versión de "Los Angeles de Charlie").
Así como este movimiento late fuerte en nuestro país, el cine argentino no es ajeno. Muchas directoras auto descubriéndose, muchos roles de sexo femenino fuertes y empoderados. "La sabiduría", el séptimo film del también destacado director de fotografía, Eduardo Pinto, es una de las películas más audaces, provocativas, y mejor enfocadas sobre esta materia.
Dejemos de lado (aunque sea en esta ocasión) la discusión de la mirada masculina sobre un tema de neto corte femenino. En el guión, que Pinto co-escribió a seis mano junto a Diego Fleischer, podemos encontrar la firma de María Eugenia Marazzi.
La clave de "La sabiduría" pareciera ser la de entender el empoderamiento femenino dentro de un contexto global de otras problemáticas y reclamos sociales generales tan o más antiquísimas y graves. La pintura se pinta rápido. Mara (Sofía Gala Castiglione), Luz (Analía Couceyro), y Tini (Paloma Contreras) son tres amigas de Buenos Aires que viven a pleno su independencia, o más o menos.
Van a bailar, fisuran, hacen after, y casi sin respiro salen a la ruta rumbo a un descanso en una estancia, la que le da título al film, en plena llanura pampeana.
Luz piensa aceptar la propuesta de casamiento de su novio reciente, y al que ni siquiera le dice que sale con sus amigas, o que se va de viaje. Tini, y sobre todo Mara (que vende su postura anti sistema trabajando para una financiera y está “caliente” con Tini) tratan de persuadirla; y quizás este viaje le sirva para aclarar sus ideas. La película, que comienza como una versión actualizada de "Sólo ellas"...
Los muchachos a un lado; pronto muestra sus primeras pinceladas oscuras. La madre de Tini (Leonor Manso, madre de real de Paloma) le advierte que no haga ese viaje… Luego de unos inconvenientes, al llegar a la estancia, en medio de la nada, las cosas comienzan a ser sospechosas. Quienes las reciben son Américo (Diego Cremonesi) y Faustino (Lautaro Delgado Tymruk); nos huelen mal de entrada. Faustino se muestra como algo retraído, “básico”, y Américo “engatusa” a una Luz confundida.
La cosa recién comienza. Luego de un paso por la simpática comedia infantil "Natacha: La película"; Eduardo Pinto vuelve a sus aguas. Un experto en el cine de género más salvaje, punk rockero, y descarnado; y no por eso morboso. Hace dos años atrás, presentaba en BAFICI, y luego comercialmente, la iracunda "Corralón"; una excelente pintura de la lucha de clases que interrogaba al espectador sobre qué postura tomar frente las actitudes violentísimas tanto de un lado como del otro de la grieta.
En "La sabiduría" vuelve a poner al espectador en una situación, si se quiere, incómoda.
El espectador más conservador y alejado de la realidad que vivimos podrá cuestionarse si este trío de amigas no “se lo buscaron”. Claramente "La sabiduría" mantiene una postura contraria bien posicionada. En un combo en el que entran el terror/suspenso, la acción, el rape & revenge, la road movie, el western, las sectas de ahora y de siempre, la lucha y la opresión de clase históricas, y hasta los mitos de pueblos originarios ancestrales llevados a la actualidad; digamos que se permite ser una coctelera explosiva de la cual queremos beber hasta el último sorbo.
Sacude, es frenética sin recurrir a lo convulsivo, frenética por su tratamiento voraz, no por un movimiento abrupto. Hipnótica, poderosa, rabiosa, poseedora de una síntesis narrativa soberbia. Durante un largo tramo del film pareciera que no sucede demasiado, pero siempre sentimos que el peligro está latente, a la vuelta de la esquina, y aguardamos (im)pacientes el estallido.
El excelente manejo de la tensión y el suspenso se logra gracias a un gran trabajo en el montaje, la fotografía, y la composición de cuadro. Muchas escenas hablan por sí solas, haciendo que el diálogo sobre, nada está librado al azar. También hay que destacar un gran trabajo de vestuario minimalista. Eduardo Pinto no sólo destaca su trabajo en la fotografía en las películas que dirige (como este caso), también podemos ver su huella oscura y potente cuando “solo” se desempeña en la dirección de fotografía.
Un rubro en el que se mueve como pez en el agua. Ese campo abierto y desolado nunca se vio tan peligroso como en "La sabiduría"; los cuadros plagados de objetos ritualísticos, lo onírico como concepción de la unión de los desprotegidos. Como se destacó en la reciente "Midsommar", aquí también la acción recurre mayormente a la penetrante luz del día.
Un sol que lejos de iluminar, quiebra la tierra e inunda de aridez, ciega. Como en "Corralón", los “bandos” están bien definidos. Estas mujeres sólo recibirán una ayuda proveniente de un mínimo personaje femenino, que poco puede hacer en un contexto de fuerte preponderancia masculina, machista. Los hombres forman una cofradía, se protegen, no van a permitir perder su lugar de poder.
En este contexto de lucha por el poder, "La sabiduría" lleva el asunto mucho más allá, hacia lugares que al inicio ni nos imaginamos, y lo hace con sabiduría, valga la redundancia. Las mujeres son entendidas como un objeto más dentro de otras minorías que, según la mirada de estos machos patriarcales, merecen ser hostigades.
Esa segunda mitad del film, cuando todo se desata y las cartas de quién es quién quedan claras, resulta arrolladora, y tranquilamente puede ser una de las mejores y más contundentes declaraciones de principios que el cine argentino entregó en mucho tiempo. Hay que reconocer que no sólo es sobresaliente en lo técnico, y superadora en su manejo del guion de género y abordaje social; destaca por un conjunto de actuaciones formidables.
Sofía Gala Castiglione (cada día más convencido de calificarla como la mejor actriz de esta generación), Analía Couceyro, y Paloma Contreras, no sólo tienen una química real de amigas cómplices, cada una se cree su rol bien definido; remarcan sus posturas y sensaciones, y nos hacen sentir lo que les sucede… en los momentos calmos, y también cuando sufran el asedio.
Lautaro Delgado (idem Sofía Gala Castiglione remplazando actriz por actor) y Diego Cremonesi, no son los únicos hombres que entregan grandes interpretaciones. Luís Ziembrowski, Juan Palomino, y Pablo Pinto no se quedan atrás. Quizás sus personajes sean algo estereotipados, pero son lo que "La sabiduría" necesitaba, y no se los siente como cliché, sabemos que “los reales” son así en serio.
Mención especial para Daniel Fanego, el patrón de estancia. Espérenlo, aguárdenlo. Si algo le quedaba por demostrar al gran actor de "El ángel", entre otras, en "La sabiduría" nos da una de las mejores actuaciones de su carrera. Simplemente lo suyo es impresionante. Es justo decir que esta cinta habla de muchísimas cosas, más de las que se pueden expresar en este texto.
Es feminista, es social, y es política. Nos interpela sobre varias cuestiones, y se convierte en una bomba incómoda. Eduardo Pinto lo hizo de nuevo, demuestra ser uno de los realizadores que mejor entiende el cine de género en la región. No se propone hacer un film vacío, de violencia por la violencia misma, le entrega contexto y contenido, hace de la violencia extrema algo funcional.
Más allá de un rol universal de la mujer, "La sabiduría" es un film bien nuestro, que nos cachetea y nos llama a despertarnos. Es una película fundamental para entender de lo que se debe hablar. Imperdible.