Este nuevo trabajo de Eduardo Pinto puede definirse a modo de “rape and revenge” que se toma su tiempo en declararse como tal. Como lo expresa la nomenclatura del subgénero, habrá violación, seguida de una oportunidad de venganza, y no al revés. No faltará quien equipare a La Sabiduría en desventaja con las Kill Bill de Quentin Tarantino, ya que en su primera parte declara sus principios en los primeros minutos y eso es todo lo contrario a lo que se propone Pinto.
Desmerecer a esta película por motivos como el mencionado es un despropósito categórico; defenderla por su escasez de recursos es una apología innecesaria. En una reunión de prensa a la que Revista Meta asistió, el realizador declaró que su principal finalidad era la de tener algo para filmar. Una vez terminado el guión, con la disposición de un talentoso elenco y de locaciones rurales en la ciudad de Coronel Brandsen, Pinto se desenvolvió tanto en la dirección como en la fotografía y consideró adecuado poner en práctica algunas de las obsesiones –o hilos conductores- de sus referentes audiovisuales, fundamentalmente a Leonardo Favio y particularmente las de Juan Moreira y Nazareno Cruz y el lobo.