Jóvenes, pero no tanto.
Tres jóvenes y disímiles amigas que ya comenzaron a replantarse algunas cosas sobre su presente y su futuro, aceptan descansar un par de días en una casa de campo alejada de la ciudad.
Tras un largo viaje y sin mucho tiempo para acomodarse, son invitadas por los trabajadores de la estancia a unírseles en un festejo que tienen planeado para esa misma noche. Un evento bastante más apocado y rústico de lo que ellas esperan, pero que no tarda en descontrolarse.
Sin mucho recuerdo de lo que sucedió durante la noche más que algunos fragmentos pesadillezcos, Mara (Sofía Gala Castiglione) y Luz (Analía Couceyro) despiertan pasado el mediodía con una fuerte resaca y sin tener idea de donde quedó Tini (Paloma Contreras).
Salen a buscarla con poco éxito desandando sus pasos. Todo parece deshabitado, salvo el casco principal donde vive el dueño deLa Sabiduría, sitio al que ambas acuden por ayuda cuando Luz es atacada, sin sospechar que lo que menos pueden encontrar allí es refugio.
De indios y huincas
Con tono alegre y jovial, toda la primera parte de La Sabiduríatranscurre presentando a las tres amigas y la relación que las une, una bastante cercana donde abunda la confianza y la ironía para decirse casi todo lo que piensan.
Los tres personajes son facetados y creíbles, pero ante todo con una clara voluntad de correrse al menos un poco de los arquetipos más comunes. Se les da un giro actual a sus ideas de las relaciones, el trabajo y las dudas sobre sus planes de vida. Cada una a su modo, durante esta primera parte, cuestionan con humor algunos de los mandatos socialmente impuestos, algo que en la segunda parte hacen desde la resistencia y la venganza.
Recién cuando entran a la fiesta el tono de la película empieza a tornarse más denso e incómodo, algo que sigue creciendo a medida que avanza la trama y se nos revela un poco más de información sobre lo que sucede en ese lugar.
Eso solo en parte. Es que, entrelazado en la trama, hay un componente sobrenatural. Aunque los villanos de esta historia parecen conocerlo bien, al público solo se lo explican a medias. El resto queda indefinido mientras las protagonistas están más ocupadas tratando de sobrevivir que intentando descubrir los detalles.
La construcción de los personajes y sus interpretaciones no es pareja; es claro que las protagonistas recibieron mucha más atención que sus antagonistas, tan bidimensionales que por momentos hasta parecen caricaturas. No es un problema de los intérpretes, quienes hacen lo que pueden con lo que tienen, pero no es mucho. En un planteo de este tipo, es importante que el villano tenga una fuerza que en La Sabiduría queda desdibujada entre varios personajes de motivaciones dudosas.
Todo ello está ensamblado sobre una realización prolija y bastante austera. Aprovecha las locaciones naturales y se mantiene siempre dentro del realismo, hasta cuando toma tintes fantásticos o intencionalmente anacrónicos. Solo durante algunas de las escenas nocturnas se nos exige suspender temporalmente la incredulidad para no cuestionar de dónde sale tanta luz, en intensidad, cantidad y variedad, como para mostrar lo que está mostrando. Esa economía de recursos hace que no brille mucho, pero al mismo tiempo que tampoco intente nada que no pueda hacer.