Una postal bien opresiva
Drama colombiano que transcurre en Bogotá.
Por su título y sus fuertes secuencias iniciales, La sangre y la lluvia , opera prima de Jorge Navas, parece un thriller puro y duro. Pero no: el que busque una buena película de género saldrá del cine frustrado. La trama policial de este filme es elemental y, llegado el caso de evaluarla, endeble. En defensa (parcial) de Navas hay que aclarar que su intención fue hacer un fresco urbano de Colombia, con tempo y estilo que no se parecen, que no debían parecerse, a los de Hollywood. Sus elementos: una noche tormentosa, las violentas y semidesiertas calles de Bogotá, la marginalidad, el desamparo de dos personajes que comparten horas de realismo pesadillesco.
Y algo así como una pasión efímera, sin destino.
En el comienzo de este después de hora desesperado, Jorge, taxista apocado, hermano de un hombre asesinado dos semanas antes, es apaleado bajo la lluvia, sobre el asfalto. A la misma hora de la madrugada, Angela se droga en una discoteca y termina en su cama con un desconocido. La escena de sexo es densa y realista: los personajes, desbocados por la cocaína, se masturban en soledad, ajenos el uno al otro: idos, sin rastros siquiera de deseo mutuo. Ella y Jorge se conocerán, por azar, un rato después: irán a parar, por accidente, a una sala de hospital.
Hasta acá, La sangre...ensaya un registro documental y promete tensión -y el reflejo de un estado de cosas- casi en tiempo real. Pero, con el correr de los minutos, los logros iniciales se van empañando, como los vidrios del taxi. Algunas conductas inverosímiles de los protagonistas y sobre todo la construcción de ciertos personajes secundarios -ampulosos, cercanos a la caricatura trillada- vulneran la eficacia y la originalidad del filme.
En definitiva, a pesar de sus buenas intenciones, y de haber obtenido una postal descarnada y ominosa de la sociedad en la que vive, Navas no hizo ni Pizza, birra, faso ni Por tu culpa , dos grandes filmes -muy distintos entre sí-, con los que La sangre...mantiene vínculos desgraciadamente lejanos.