De un tiempo a esta parte se vienen sucediendo las incursiones de los nuevos directores de cine, de los que egresan de la innumerable cantidad de escuelas al respecto, en el género del terror. De hecho la misma existencia y auge del festival de cine “Buenos Aires rojo sangre”, cuya primera edición data del año 2000, es un parámetro a tener en cuenta.
Posiblemente uno de los más importantes festivales en su género en Latinoamérica, pero queda circunscripto a los seguidores de esa estética: Cine de bajo presupuesto, fantástico, hasta lo bizarro entra en competencia con menor cantidad de ideas originales. Pocas, muy pocas, excepciones.
“ La Sra Haidi ” no es una de esas excepciones, es casi, podría decirse, peor. Pues se le notan las costuras al bajo presupuesto que quieren ocultar, sin haber empezado hablar de los yerros en tanto relato, guión y producto terminado.
Todo transcurre en una misma locación, una casa en el medio de la nada, lejos de la civilización, en una oscura noche de lluvia que, por el sonido, parece torrencial. Lo que dice el libro de lo necesario en lo ornamental que aplica el texto esta garantizado, pero el uso del mismo no.
Allí se entrecruzaran las vidas de tres personajes: la Sra Haidi (Maria Leal), dueña de casa que recibe y da cobijo a Mara y Pablo (Maria Abadi y Guillermo Pfening, respectivamente), aunque sea evidente, por las dudas. Todo dicho, como en la película, todo discursado. Una pareja que acaba de tener un accidente en la ruta.
Son sólo ellos tres en todo el metraje que por delineación del texto podría tratarse de una obra de teatro, pero no. El uso de los movimientos de cámara, los recortes y el mismo espacio físico amplio, cercenado con muchos pasadizos secretos y habitaciones jugaría el papel de otro protagonista. Pero no. Siempre depende de la construcción verosímil del mismo para que esto suceda, y si algo falta en toda la narración es la instalación adecuada de la verosimilitud.
La Sra. Haidi no es lo que parece, ellos tampoco, y el texto termina siendo una ensalada con muchas referencias a infinidad de películas del genero, filmes foráneos, claro. Se pueden reconocer guiños, para decirlo de alguna manera, a “Psicosis” (1960) o “Carrie” (1976), de Alfred Hitchcock y Brian de Palma, respectivamente (aquí sí corresponde). Hasta pone de manifiesto el rescate de último momento puesto en juego por la escuela de Brigthon en 1918, (haga usted la cuenta), o el "volveré" de “Atracción Fatal” (1987) de Adrian Lyne.
No es un homenaje. No puede decirse eso ni por la forma de establecerlo, ni por el resultado dada la inclusión de lo religioso como síndrome del fanatismo o temas como lo impuro, la venganza, la culpa, crimen y castigo.
Si no alcanzaba con la transformación del personaje de la dueña de casa, todo debe ser refrendado por los diálogos. Esto deriva en la previsibilidad de cada plano, escena y acciones por ende, aburre.
Si hay algo para rescatar son las actuaciones. María Leal parece estar en su salsa, muy buena caracterización e interpretación, creíble en cada una de sus mascaras, bien secundada por Guillermo y María. El problema es que los peores textos, los no creíbles, los más tontos, los tienen que decir ellos hasta que en algún momento empiezan a mover a risa.
Lo mismo ocurre con algunas cuestiones desde la dirección de arte, la fotografía y el diseño de sonido. Son mas que correctos, pero si algo cobra importancia en este tipo de filmes es la continuidad y credibilidad de las acciones, y estas ni se acercan a lo potable.
Si la idea hubiese sido reírse del genero hasta podría ser loable, pero todo en la producción se huele a seriedad, por lo que se siente pretenciosa.