Un cuento de hadas para adultos
Londres, 1957. Mientras sus días pasan entre la limpieza de casas a un abanico amplio de clientes, la señora Harris (Lesley Manville) se entera que su esposo es declarado fallecido durante la Segunda Guerra Mundial. Lejos de cambiar su optimista personalidad, los sueños de la protagonista de La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) se enmarcan en uno: comprar un vestido de Christian Dior. Por ello, y debido a la exclusiva política de la empresa, la ama de casa deberá ahorrar tanto por el costoso traje como para el viaje a París.
La película dirigida por Anthony Fabian adapta la clásica novela de Paul Gallico Flores para la señora Harris, para llevar adelante lo que es una comedia romántica que podría responder en aspectos argumentales a otra época, apoyándose directamente en el comfort movie pero no por ello menos valorable. Los puntos meritorios se basan en las sólidas actuaciones de sus intérpretes y, principalmente, en que no aspira a ser más de lo que es.
Con un relato dinámico durante su primer acto conocemos el ambiente al que se maneja Harris, acompañada por simpáticos clientes bien marcados en su personalidad y gestualidad al igual que la dupla fraternal de la protagonista, compuesta por Vi (Ellen Thomas) y Archie (Jason Isaacs). Ya para el viaje a tierras francesas, la trama –sin complejizarse- se vuelve aún más amplia con la irrupción de personajes que en un primer momento son más acartonados de lo que posteriormente sucede, más allá de lo que uno puede ir intuyendo.
En territorio galo tenemos a la incógnita Natasha (Alba Bautista), el menospreciado André (Lucas Bravo), al Marquis de Chassagne (Lambert Wilson) y a la dura Claudine (siempre sólida Isabelle Huppert) que interactúan con la inglesa y logra entrometerse en su día a día a pesar de la acelerada estadía semanal en Francia y en la empresa de alta costura.
Varias vertientes parecen insinuarse en la trama, algunas con más fuerzas que otras, incluidos alguno aspectos a la dualidad imaginación/realidad a la historia de hadas que pueden llamar la atención, representado en una París cubierta de suciedad hasta cuestiones de derechos laborales ligadas a las fuerzas de producción que parecen salidas de la galera que uno –quien no leyó la novela- puede llamar la atención, pasando por un Jean-Paul Sartre presente dialécticamente y la visión al empleo doméstico.
Alternando entre la ciudad de las luces y suelo inglés, el guion del propio realizador junto a Olivia Hetreed parece ser redundante sobre el clímax, donde la historia no quiere llegar a su fin y encuentra siempre un escollo más. Por su parte, la musicalización de Rael Jones va de la mano con esa historia positivamente pura, con ese tema en el piano que parece sonar a lo largo de las casi dos horas de duración.
Más allá de tener ante nosotros una historia lineal o previsible –en el buen sentido de la palabra-, La señora Harris va a París también logra preguntarse por el status quo y los estereotipos del otro hacia ella. Esto sumado a un aire fuertemente arrojado de la idiosincrasia europea de la época, nos deja una de las propuestas en la pantalla grande para el cierre del año.
*Review de Ignacio Pedraza