Mejor no juzgar
Ganadora del Oscar a la mejor película extranjera, La separación (Jodaeiye Nader az Simin, 2011) presenta personajes absolutamente reales. Tienen problemas, responsabilidades y decisiones que los comprometen en su quehacer cotidiano. Sumado a ello, la presión que imponen las instituciones y la religión, obligan a los mismos a encontrarse frente a un dilema de orden ético.
Nader y Simin están en plena separación. Ella se fue a vivir con su madre, y él quedó a cargo de su hija adolescente y de su anciano padre que necesita del cuidado de alguien permanente. Para ello, Nader contrata a una mujer, con quien tiene una disputa y lo enreda en un conflicto legal pero, y por sobre todo, ético. Acusa a la mujer de robo y, luego de forcejear, ella lo acusa a él de perder su embarazo. La tensión crece en el transcurso del relato, y las mentiras se duplican ante los ojos de su hija.
La separación es una gran película. Y lo es porque tiene la particularidad de transmitir de manera crítica, el comportamiento en sociedad. En una sociedad específica como lo es la iraní, sumamente religiosa y patriarcal. Pero dentro de la cual viven personas comunes que tienen problemas cotidianos que lidiar diariamente. Ahora, la suma de los problemas puede derivar en conflictos, y los conflictos en la prisión. Y para resolverlos en la película, los personajes chocan con sus propios prejuicios, máscaras sociales, y costumbres adquiridas. Es desde este punto de vista, que la película obtiene su merecido reconocimiento internacional. Desde un disparador como lo es la separación de una pareja, explotan una serie de problemas que derivan en un conflicto que expone las facetas ocultas de los personajes, y con ellos de la sociedad: patriarcal, represiva, injusta, egoísta, etc.
El film de Asghar Farhadi, sigue el punto de vista de Nader y va cambiando constantemente la visión que tenemos de él. Al identificarnos en un principio lo consideramos la víctima de los acontecimientos, pero a medida que avanza la trama dudamos de su corrección. También sucede con los demás personajes, que generan empatía o incluso lástima, para luego virar su comportamiento hacia otro rumbo. De hecho, en la primer escena de la película, donde se produce la separación, la cámara nos instala en el lugar del juez, quien determina que es correcto y que no.
Construida desde el realismo más crudo, La separación nos invita a juzgar las decisiones de sus protagonistas. Decisiones éticas y por lapsos, morales también. Decisiones que determinan la verdadera identidad de una persona y visibilizan la hipocresía social. Una gran película que nos rencuentra con el cine iraní desde la universalidad de su temática.