Una pareja en conflicto de amor e ideas
Con el sistema político iraní como telón de fondo, Asghar Farhadi construye una historia de divorcio, tenencia de hijos, jueces y un anciano enfermo. Además no esquiva la tensión entre una cultura milenaria y la modernidad.
Un divorcio, la tenencia de una hija, las obligaciones con los mayores, un conflicto laboral, la pérdida de un hijo, todas estas circunstancias, hechos y tragedias están condensados en La separación –ganadora del Oscar a la mejor película extranjera–, que subordina desde el principio todos estos elementos a un conflicto original: el omnipresente Estado que pauta la vida de los habitantes de la República Islámica de Irán con derechos y obligaciones atravesados por la religión, en un galimatías indescifrable para el mundo occidental.
La película comienza con una toma subjetiva del juez que escucha a la pareja. Ambos consiguieron la ansiada visa para partir al extranjero pero él cambió de opinión y argumenta, debe quedarse en el país para cuidar a su padre que sufre de Alhzeimer, mientras que ella se mantiene fiel al plan original y pide el divorcio y la tenencia de su hija ante la negativa de su marido. El magistrado escucha y les recomienda que lleguen a un acuerdo fuera de los tribunales.
A partir de allí la película registra de manera casi magistral el clima que se va enrareciendo en ese micromundo del matrimonio. Mientras que la mujer se va a vivir a la casa de sus padres, el hombre se hace cargo del hogar y contrata a una mucama para cuidar al suyo, una decisión que desata una serie de eventos desgraciados.
Porque la persona que se hace cargo del anciano es una mujer, porque está embarazada, porque tiene un marido desocupado, porque es de una clase social infinitamente menos acomodada que su patrón, y porque, además, cada uno de sus movimientos está regido por sus creencias religiosas.
El ritmo de thriller que toma el relato luego del planteo inicial abandona por momentos a la pareja en conflicto y se centra en la mujer empleada, en su esposo sin empleo, en las nenas de ambos matrimonios que asisten perplejas a las contradicciones de sus padres. Luego la narración se interna en los pasillos del sistema judicial, vuelve a la pareja de clase media, pero en ningún momento pierde de vista que es el sistema político, social y sobre todo religioso que profundiza los conflictos, que desnuda la tensión constante entre una cultura milenaria y la modernidad que se cuela inevitable.
Como casi todas las películas iraníes que llegan a Occidente, el relato de Asghar Farhadi habla de una sociedad inmersa en un sistema opresivo, sin embargo no hay que confundirla con un film-denuncia, por el contrario, la ambición de La separación es tratar de entender, interpelando a su sociedad con las preguntas correctas.