Demostraciones
Esta película iraní ganó el Oscar como mejor film extranjero y también ganó el Oso de Oro en Berlín. Y esos son solo dos premios entre una cantidad que debe constituir alguna especie de récord. Además, ha recibido y sigue recibiendo elogios críticos de asombroso entusiasmo y unanimidad. Se ha escrito muchísimo sobre la película. Aquí va algo más.
1. Entre la gente que opina de cine al voleo hay una noción voleada y revoleada que les hace decir tonterías generalizadas sobre el cine iraní. Dicen “cine iraní” y hacen algún chiste sobre “qué aburrido”, o intentan ser graciosos describiendo argumentos inventados. Como ninguna otra filmografía nacional de los últimos tiempos, por lo menos en Argentina el cine iraní recibió fuertes dosis de estereotipia, generalmente desde la ignorancia. El cine iraní está lejos de ser un bloque homogéneo. Y está lejos de ser esa cosa quieta, callada y lentísima que imaginan sus detractores que lo desconocen. La separación, seguramente sea una de las películas más divertidas, ágiles y veloces del año, lo demuestra. Pasan muchas pero muchas cosas: intentar un resumen argumental terminaría en algo larguísimo y que además va en contra de las costumbres y los gustos del columnista residente.
2. La separación comienza con una audiencia de divorcio. Pareja de clase media acomodada, intelectual, aparentemente laica o poco religiosa, de Teherán. Separación de hecho. Ella (Simin) se va a vivir a casa de su madre. Él (Nader) se queda en la casa conyugal con la hija de ambos. Y también con su padre, con Alzheimer. Sin su mujer en casa, Nader debe buscar ayuda para cuidar a su padre. Ese es el punto de partida y, como ya dije, no voy a contar todo el argumento.
3. La película comienza y sigue con audiencias judiciales y policiales (que van mucho más allá de la pareja protagónica), y con más situaciones domésticas, familiares, paterno-filiales, empleador-empleada y de pareja. Hay una enorme cantidad de enfrentamientos, gran cantidad de violencia (mayormente verbal), ocultamientos, estrategias y una tremenda cantidad de angustia. La cantidad de temas que se tratan es enorme: pareja, familia, orgullo, culpa, responsabilidad, observancia de la religión, trabas concretas y cotidianas de la sociedad iraní, diferencias de clase, rencor de clase, desempleo, justicia e injusticia, confianza de los hijos en los padres, la mirada de los adultos y la de los niños y tal vez algún otro.
4. Filmada con bastante cámara en mano y por momentos mucho movimiento al seguir a gente caminando airadamente, La separación parece buscar con afán ser una película ágil. Se empecina en ser divertida, en no detenerse, como si no confiara en un espectador al que imagina siempre a punto de abandonarla. Se empecina, lucha y se desangra. Es cierto que así logra ese efecto de vértigo incesante que comparte con algunas películas mainstream de Hollywood pero, así también, corre el gran riesgo de que uno no desee volverla a ver, y en una revisión mental a la hora de pensarla y escribir sobre ella, comience a deshacerse con la misma velocidad que propone su dispositivo. La separación, después de dejarla asentar, demuestra que el cine iraní también puede hacer entretenimiento efímero, (a algunos les gusta el término pasatista, a mí me parece espantoso), que en su velocidad esconde notorias fallas, algunas realmente enojosas.
5. En esta columna no estamos en contra del entretenimiento efímero. De hecho, a la mayoría de las personalidades del columnista residente les gusta el copo de nieve (o algodón de azúcar). La separación, por cierto, no se viste de dulce. Se viste de tratado crítico social, de película sobre temas serios, profundos, sobre la vida y la muerte en las puntas de la vida (y las complicaciones de lo que hay en el medio). Y la sensación que deja es que está dispuesta a todo por seducir: viejos y nonatos son menos personajes que dispositivos de guión para enganchar, para distraer mediante truculencias que pasan por “realismo social”. Los diálogos son filosos, sí, pero el problema es que si uno piensa lo que cortan con ese filo se vuelven obscenos. Y tan obscena es la película que se permite una de las elipsis más cretinas del año: la del accidente que, contado en su momento, habría impedido parte del misterio o de la intriga sobre la responsabilidad del protagonista. La película juega al suspenso policial y judicial con la suerte de un feto y no, no hace la elipsis por una decisión lógica del punto de vista. No hay foco unificado acá: no se cuenta desde ningún personaje en particular, el narrador es omnisciente. Pero más allá de ese ocultamiento, hay un detalle que revela que el señor Farhadi cree que trata con espectadores duros de entendederas. Cuando ya sabemos que la diferencia de clases es uno de los temas de la película y que el asunto atraviezzza la sociedad iraní (y todas, ¿no?), nos espeta de la nada una lección sobre el asunto en un par de líneas que “repasa para el colegio” la hija de la pareja protagónica. Ya entendimos, Farhadi. Ya habíamos entendido antes. Ya.
6. Detrás de su seductora y bien actuada –pero a fin de cuentas cansadora y a la postre vacua– pirotecnia verbal y rítmica, La separación demuestra que confiar en el efecto (especial o no) por el mero efecto sólo da películas demagógicas, aquí, allá y en todas partes. El detalle –canallesco, puesto para buscar el mero efecto y desencadenar el drama y que después no se resuelve– de “la falta de un dinero” cuando el protagonista encuentra a su padre caído de la cama revela el nivel de chapucería del armado de esta película que seduce, sí, pero con malas artes.
7. Para terminar, les recomiendo algunas películas iraníes realmente excelentes: Primer plano y Detrás de los olivos de Abbas Kiarostami (y podría recomendar muchas más de Kiarostami), Crimson Gold y El espejo de Jafar Panahi. Y si quieren ver realismo fuerte familiar sin manipulaciones y sin trampas, busquen la rumana Everybody in Our Family de Radu Jude, exhibida recientemente en el Bafici. Y si quieren ver una película más genuina sobre problemas de pareja, vean la argentina El campo, que está actualmente en cartel. Sobre esa escribí acá.
8. No pensaba escribir en contra de La separación, pero a medida que la iba repensando noté que es una de esas películas con sabor intenso al momento de verla pero que sus materiales se revelan, en el regusto, como alejados de lo genuino. Uno descubre, en el paladar, que es una película hecha con saborizantes.