Asghar Farhadi supo demostrar gracias a About Elly que el cine iraní no era exclusivo de Abbas Kiarostami, mucho más popular por entonces. Ahora con A Separation se afianza como uno de los directores asiáticos más prometedores gracias a la cantidad de reconocimientos que viene cosechando en distintos festivales internacionales y en ser el segundo film iraní en obtener una nominación al Oscar para mejor película extranjera y el primero en entrar dentro de la categoría de mejor guión original.
Filmada con una extraña prolijidad si consideramos el uso de la cámara en mano, Farhadi, quien también estuvo a cargo del guión, retrata con detalle y sin apuro los problemas de una sociedad difícil como la Iraní donde no se deja de lado ni los entresijos de la justicia, sobre todo, ni las diferencias sociales, religiosas o aquellas más universales, incluso, como la ruptura familiar, la agresividad, la cólera, la injusticia.
Parecería que la efusiva acogida que le ha dado la crítica internacional no nos deja lugar a dudas de que estamos ante una obra maestra, una incisiva mirada a la sociedad de nuestro tiempo, sea esta del país que sea. La increíble proliferación de films refritados y regurgitados del cine actual posiblemente explique la grandeza de un film sencillo, humano, realista y el por qué tanto espectadores como críticos la han tomado como el aire fresco que la gran pantalla necesita, al menos, como opción aparte. Sin embargo, personalmente me atrevo a nadar un poco contra la corriente y expresar abiertamente que del film me esperaba otra cosa.
Quizá el problema venga dado a las expectativas que uno se crea a priori cuando un film es promocionado. Desde todos los elementos paralingüísticos, y lingüísticos claro, uno va elaborando la posibilidad de una determinada historia. Por supuesto que sería totalmente ingenua si esperase que porque el film llevase la palabra separación en su título, de eso tenga que hablarme específicamente. Farhadi concentra tanta fuerza en los personajes secundarios que termina desdibujando de alguna manera a los protagonistas. Las interpretaciones de Peyman Maadi y Leila Hatami quedan en sombras, lucen frías gracias al extraordinario poder escénico que el director otorga a personajes como Sareh Bayat, e incluso, a su propia hija Sarina Farhadi, quien interpreta a la hija del matrimonio, testigo silencioso y doloroso del drama, verdadera víctima del conflicto.
La separación aquí es usada como un disparador de otro tipo de conflicto distinto al de la separación en sí. Aunque se nos cuenta en la escena inicial el por qué del deseo de divorciarse de Simin, el director no se detiene a contarnos sobre la pareja sino en las consecuencias funestas que esa decisión termina por desencadenar. A partir de ahí, un hecho provocado por la cólera dará lugar a discusiones, muchas, todo el tiempo, con la fuerza necesaria para gritarnos que los problemas son muchos, son serios, son graves.
Y ahí es donde personalmente termino por desconectar de la historia. Es indudable la maestría de Farhadi para retratar la tensión, para ambientarnos dentro de ese mundo en que los personajes se mueven y cómo se interrelacionan pero a la vez carece de la habilidad necesaria para asentar el relato y provocar una identificación con los personajes que nos permita emocionarnos con lo que les pasa. ¿Quiere hablarnos de la burocracia insufrible de una justicia en la que uno debe pelear por su cuenta, sin abogados entendidos, discutiendo como lo harían los hermanos frente a una autoridad paternal?, ¿hablar de la mentira y cómo esta puede constituir un pecado tremendo dentro de los conceptos religiosos regidos por el Corán?, ¿quiere hablarnos de cuánto lamenta Simin que a su marido no le importe si ella se queda o se va?, ¿si es que se lamenta de todavía amar a un hombre capaz de perder el juicio hasta provocar un crimen?. Posiblemente de todo ello, claro.
Lo sé, muchos podrían acometerme, y seguramente lo harán, con todas las respuestas posibles. Después de todo así se plantea la historia, como la vida misma en la cual a veces todo nos sucede al mismo tiempo, un hecho termina generando una cadena de circunstancias indomables. Pero, a riesgo de sonar mediocre, y quizá sea que no la haya entendido bien del todo, tanta fuerza puesta ahora aquí, luego allá, no me dio oportunidad de interesarme del todo por lo que estaba pasando. El ritmo por momentos acelerado, por otros, extremadamente contemplativo me rindió al aburrimiento, ¿para qué negarlo?.
Eché de menos la profundidad de los diálogos que Farhadi supo elaborar en About Elly constituyendo la música que casi no tiene el film, la destreza de plantear una historia sencilla sin pretenciones grandilocuentes. A separation no deja de ser una película para ver, valoro la mano austera pero certera de este director para crear escenas que aunque sencillas no dejan de impactar y llegarle al espectador; después de todo a la mayoría, les ha encantado que es lo que cuenta.
Arrasadora en la Berlinale del año pasado, este es un film que seguro ganará el corazón de la Academia; un pronóstico que lanzo un tanto apresurado pues no he tenido oportunidad de ver a sus competidoras extranjeras. Pero que a pesar de su ritmo un tanto desordenado para mi gusto le reconozco mucha fuerza en ciertos tramos, un final excelentemente planteado, de esos que no necesita palabras ni ademanes para hacerse entender; ese tipo de clima y logro es el que me hubiera gustado ver sólidamente a lo largo de las dos horas de duración.