El documentalista Martín Jáuregui debuta en la ficción con "La sequía", una película en la que lleva al extremo algunas decisiones estéticas y técnicas y las transforma en metáforas que pueden ser leídas en clave personal o social. Con el recurso de aislar a la protagonista del filme, Jáuregui ofrece un relato bellamente fotografiado, con planos secuencia y un preciso trabajo de cámaras y el paisaje casi como un protagonista más de su película.
Rodado en su mayor parte en zonas semi desérticas de Catamarca, "La sequía" hace foco en Fran, personaje a cargo de Emilia Attias. Attias interpreta a una famosa actriz que después de una crisis laboral y de pareja, abandona una fiesta, atraviesa dunas y desembarca en un pequeño pueblo, seguida por una mánager que intenta convencerla de que está cometiendo un error.
Pero Fran, aunque no tiene un plan claro, sabe qué es lo que no desea. Muestra su hastío, su insatisfacción, su cansancio, la vacuidad de algunos actos. Y así, respondiendo a un impulso que en su caso podría ser de supervivencia, profundiza la experiencia: prueba cambiar el confort y la previsibilidad de su vida y ver qué hay del otro lado del espejo que representa su mánager, un contraste mostrado de forma poética en algunas de las escenas a través del contrapunto del contexto agreste con un audaz trabajo de posproducción.