En busca del sueño perdido La siesta del tigre (2016), incursión en el cine documental de Maximiliano Schonfeld (Germania, La helada negra) sigue con la línea estética y espacial que caracteriza su obra, pero esta vez a través de la observación de un grupo de hombres que va detrás de una leyenda que les podría cambiar la vida. Cinco habitantes de Crespo (ciudad natal del director) se internan en la selva entrerriana en busca del Tigre con dientes de sable, cuyo hallazgo les asegurará un cambio de vida y un futuro promisorio. Pero pasan los días, la presa no da señales, y el desánimo los agobia. Schonfeld construye un relato poético a partir de lo observacional, siguiendo al grupo a través de días y noches donde pareciera que el tiempo no transcurriera. Lejos de la civilización y con pocos recursos buscan en la abulia del tiempo que les sobra como pasar cada instante sin dejarse caer ante el fracaso y poder continuar hacia una victoria un tanto ingenua. Con La siesta del tigre Maximiliano Schonfeld vuelve a Entre Ríos, espacio físico que sirve como hilo conductor de toda su filmografía, haciendo hincapié en la construcción visual y sonora para contar una gran historia a través de los tiempos muertos. A medida que la trama avance ya no importará el tesoro, el tigre o sus dientes, sino que el foco serán estos cinco hombres con sus historias mínimas y sus sueños de un futuro de grandeza que nunca llegará.
Sueño de exploradores. Al acompañar en su aventura a sus cinco personajes, el cineasta incorpora, en su tercer largometraje, elementos de ficción a una estructura de registro documental. Maximiliano Schonfeld, uno de los hijos dilectos de la movida cinematográfica crespense, regresa a las pantallas con su tercer largometraje, el primero en navegar sobre las aguas del cine de lo real. En realidad, tanto Germania como La helada negra –ambas filmadas en las cercanías de Crespo, lugar natal del realizador– sostenían sus relatos ficcionales sobre la superficie de elementos tomados de la más estricta realidad. La siesta del tigre opera, de alguna manera, en un sentido exactamente inverso: la película comienza a adherir, pausada pero firmemente, elementos de ficción (escritos de antemano en el guion o bien improvisados in situ durante el rodaje) a una estructura de registro documental. ¿Cuánto de la aventura que disfrutan y, en mucha menor medida, sufren los cinco protagonistas ocurrió espontáneamente delante del lente de la cámara? Poco importa, parece afirmar el film en cada una de sus escenas; lo relevante aquí es el viaje, la espera, las faenas cotidianas de una búsqueda que el espectador intuye infructuosa. Lo importante es la cerveza, podría también decir Cochi, el “líder” del particular quinteto de hombres cuyas edades van desde los 50 hasta los 70 años. Edades biológicas que contrastan –culturalmente, al menos– con la férrea determinación de comportarse como muchachos e incluso como chicos: en el compañerismo y trato amistoso entre los miembros del contingente destaca la preferencia por el contacto aventurero con la naturaleza, la conversación lúdica, la broma nunca pesada. La misión es importante, pero queda siempre relegada a un segundo plano: descubrir algún colmillo o hueso enterrado del famoso Smilodon, un animal también conocido como Tigre diente de sable, felino extinguido hace millones de años cuyos fósiles -afirman más de una vez los viajeros- pueden llegar a hacerlos ricos. “¿Pero ponían huevos los tigres esos?”, pregunta el menos experimentado de los amigos durante la sobremesa al aire libre. “Esos son rockeros”, afirma otro al escuchar en la lejanía el inconfundible ritmo de la música electrónica bailable. Schonfeld parece dedicarles la película a todos ellos, como quien ofrece un regalo. En determinado momento, un disfraz de Papá Noel hace su aparición, un objeto extraño en el lugar y el momento más insospechado. A pesar de sus ambiciones moderadas, de un aliento minúsculo que nunca abandona, La siesta del tigre logra transmitir durante sus últimos tramos una cualidad bucólica enraizada en algún saber arcaico. El baño en una pequeña cascada, el descanso con las patas en el agua, los paseos en goma sobre la superficie del río dan lugar, durante esos últimos minutos, a un cambio de tono. Cuatro o cinco fundidos encadenados –procedimiento ausente hasta ese momento– permiten avizorar la toma del poder de la ficción: Cochi se duerme y sueña que se convierte en aquello que anhela. O quizás nada de eso sea un sueño, sino la definitiva transformación de la aventura real en una fábula metafísica sobre el hombre, la naturaleza y el indeterminación del tiempo.
La Arqueología del conocimiento La búsqueda del conocimiento es un juego, es como una infancia eterna, es la fe en lo humano sin restricciones ni prevenciones. Imaginemos a Copérnico vislumbrando su entusiasmo al descubrir que lo que rota es la tierra alrededor del sol y no viceversa. O a Newton preguntándose y respondiéndose por qué caen los objetos y así sucesivamente podríamos imaginar a persona y equipos que nos trajeron valiosos aportes al conocimiento humano. Ese origen lúdico del saber está plasmado en la actividad que cuatro amigos y habitantes de Crespo (que se está transformando en uno de los pueblos más cinéfilos de la Argentina) en los barrancos de la provincia de Entre Ríos buscando los restos fósiles del tigre dientes de sable y el resultado es una gozosa experiencia donde el espectador es un amigo más de esos cuatro aprendices de paleontólogos que viven su búsqueda con comicidad, misterio y ternura. OLYMPUS DIGITAL CAMERA OLYMPUS DIGITAL CAMERA La nueva docuficción de Maximiliano Schonfeld fue filmada en paralelo a su otro film del año La Helada Negra estrenada en el Bafici de este año, ambas tiene un vínculo común: el misterio y la fe. Una parición ponía fin a la helada del título que asolaba los campos cercanos a Crespo y en La Siesta el Tigre es un emblema de aquello insondable que se busca siempre y que quizás nunca se encuentre. En ambas creer es el punto decisivo, la piedra basal de cualquier historia, de cualquier acto colectivo. Estos paleontólogos sui generis saben que lo que cuenta en la vida es su disfrute y mientras pasan sus horas leyendo los cortes transversales de los barrancos desde sus observatorios flotantes hechos de antiguas gomas de tractores viven el momento como único e irrepetibles, asados, chanzas y algunos disparatadas situaciones (como la aparición de un improvisado Papá Noel) y cantos desencantados que atraviesan la acústica natural de los Barrancos, hacen del hecho algo para recordar, algo para filmar . La siesta del tigre es una película sobre gente común en búsqueda de cosas extraordinarias, como jugar a la lotería o al Quini 6 para hacerse millonario o imaginar viajes exóticos y fotos en los periódicos científicos más prestigiosos con el fósil de marras, esos cuatro amigos pretenden salir del anonimato sin dejar de ser ellos mismos . La siesta del tigre nos describe a gente que no teme a las empresas más difíciles lo mismo que sus padres o abuelos hicieron cuando vinieron a esta tierra de promesas y de abundancia. La siesta del tigre vuelve a vincular, sin estridencias ni nombres rutilantes, lo lúdico a la producción del conocimiento sin importar los resultados. Como expresara Immanuel Kant lo único bueno sin restricciones en el ser humano es la buena voluntad. la siesta 1 Funciones: Todos los viernes de septiembre a las 21Hs Centro Cultural Recoleta, Junin 1930 Duración: 66 min Entradas: $50 – 2×1 para menores de 30 años Esta nota se publicó durante la proyección en el Festival de Mar del Plata 2016
La siesta del tigre, primer documental de Maximiliano Schonfeld propone el viaje de cinco amigos en busca de un fósil que puede cambiarles la vida. Maximilano Schonfeld saltó a la escena cinematográfica en 2012 con el estreno de Germania, con la cual recibió gran atención de público y crítica, a través de la historia de una familia de inmigrantes alemanes que debían abandonar su puesto rural en medio de una etapa de duelo. Cuatro años después llegó La helada negra, en la cual repetía ese ambiente rural plagado de soledades e incógnitas. La siesta del tigre, presentada el año pasado en el Festival internacional de cine de Mar del Plata, es su primera apuesta al documental; aunque, habrá que decir, la jugada no varió demasiado. El ambiente sigue siendo similar, campo abierto, espacios rurales abiertos. En este caso, la selva entrerriana. Lo que sí se modifica es ese aura de misterio, de sombras y oscuridades. Remplazado por la sudorosa tranquilidad del suelo entrerriano, al costado del río. Tampoco se presentarán grandes diferencias respecto del armado del lenguaje. Schonfeld estructuró La siesta del tigre como un documental de observación, con una cámara imperceptible, narrando una suerte de historia, un instante, tal como si fuese una ficción, o una realidad que merece ser contada. El hecho pareciera ser sencillo, una placa inicial nos cuenta que el tigre dientes de sable es el felino más grande que haya pisado la tierra. Extinguido durante el período Pleistoceno, hay indicios de que, en el suelo entrerriano pueden encontrarse rastros de aquel. ¿Hay realmente indicios de que en Entre Ríos pueden existir fósiles enterrados del tigre dientes de sable? No lo sé. Lo cierto es que cinco oriundos del pueblo entrerriano Crespo, se embarcan en una travesía cuyo fin sería hallar esos restos. En realidad, esta búsqueda no deja de ser una excusa para presentar a estos cinco personajes que, lejos están de ser el prototipo de científicos exploradores de fósiles. No son aventureros a la Indiana Jones, ni hombres de ciencias. Son vecinos de pueblos, entrados en años, con un pasado a cuesta, y que tratan de encontrar ese tesoro que podría llegar a darle el giro a sus vidas que hasta no llegó. La siesta del tigre es un documental cotidiano. La cámara no interrumpe en absoluto la rutina de estos cinco, los deja ser, y ellos son libres, Interactúan, se divierten, dialogan, se disfrazan, se hacen bromas, y también buscan el bien preciado. Lo fundamental será observar a estos personajes en su andar y en su interacción. Están solos, nada los interrumpe, y hasta por momentos adquiere una pátina de viaje de egresados, o excursión juvenil, pero pasado de años. Casi como si fuese la reunión del grupo de amigos que recuerda unas vacaciones en carpa hace varios años, y para eso la vuelve a vivir. Los cinco son carismáticos y en base a eso se ganan nuestra atención. También se nota el cariño con el que Schonfeld los retrata, quizás tenga que ver con que Crespo es el pueblo natal del director. El paso del tiempo es algo fundamental en La siesta del tigre, no solo porque sus personajes son seres mayores, sino porque, en el devenir, quizás algo esperado por el espectador, las cosas no saldrán tan triunfantes como ellos esperaban. Los fósiles del tigre dientes de sable no van a estar debajo de cualquier piedra, cuesta hallarlos, a ellos les cuesta más porque no cuentan con los medios necesarios, y los días transcurren. Sin embargo, no se los verá bajar los brazos, los sueños están para perseguirlos, probablemente de eso nos hable este primer paso de Maximiliano Schonfeld en el documental.
Una mezcla de documental y ficción ofrece Maximiliano Schonfeld en La siesta del tigre, su última película que participó de la Competencia Argentina en el Festival de Mar del Plata. Cinco amigos salen en búsqueda de restos fósiles del tigre dientes de sable en parajes entrerrianos. Son personas comunes y corrientes que fungen como paleontólogos no profesionales, amateurs con conocimiento y, especialmente, una predisposición a encarar la vida con toda la pasión posible a una edad en la que, quizá, eso ya no sea lo habitual. Maximiliano Schonfeld (Germania, La helada Negra) invisibiliza la cámara, y él mismo se vuelve uno más, en este documental que se tiñe de ficción o esta ficción que se documentaliza. Una aventura lúdica y casi infantil de estos hombres que hacen de la camaradería un credo y de su hobby una religión. Tiempos muertos de búsqueda, comidas y noches a la intemperie, zambullidas en arroyos y trabajo estricto se mezclan con canciones, chanzas, conversaciones triviales de una profundidad que sólo el saber popular alcanza, un culto a la amistad expuesto sin tapujos ni pruritos. Los protagonistas “actúan” con una naturalidad que los hace más reales (si eso fuera posible) y jamás la cámara los expone para ridiculizarlos ni demostrar que está por encima de ellos. Hay momentos desopilantes como la escena de Papá Noel o diálogos que escritos hubiesen sido tildados de artificiales y poco verosímiles. También hay sentimientos que no se retacean y una fotografía que alcanza su clímax en ese final alegórico y profundamente humano.
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LA COMPLEJIDAD EN LA SIMPLICIDAD Desde un estilo difícil de encasillar, La siesta del tigre funciona muy bien en la producción de sensaciones sobre los espectadores. La trama de este documental, centrada en cinco hombres que buscan el fósil del tigre dientes de sable -el felino más grande que habitó estas tierras-, se desliza y se pierde, porque aún teniendo una, queda tapada por la preponderancia de los sentidos. Para esto, la composición desde la fotografía toma un lugar primordial, captando lo inconmensurable del paisaje de la selva entrerriana. Junto con esto, es posible apreciar los sonidos propios de la naturaleza. Esta combinación logra poner el foco en la apreciación del lugar. A la vez, estas estrategias promueven un espacio intimista, que logra que estos personajes tan particulares puedan resaltar y tener un brillo propio, enmarcados en una temporalidad muy particular. Los diálogos presentes en el film de Maximiliano Schonfeld no son tantos. Sin embargo, la profundidad de las pequeñas y simples conversaciones resuena ante la combinación con los sonidos propios del lugar, en una productiva compenetración, que refuerza el sentido de la búsqueda que plantea. La siesta del tigre, a simple vista, no explora grandes temas o dilemas. La búsqueda pasa por la complejidad en la simplicidad. Por esta razón cada uno de los personajes logra trasmitir su sencillez y sus aprendizajes, logrando un impacto en lo general a partir de lo particular.