Sirena, rusa y malvada
No se le puede negar a La sirena (Rusalka: Ozero myortvykh, 2018) ser una película sumamente entretenida, quizás el mayor logro de esta producción de terror rusa sobre una sirena malvada que mata a cuanto hombre se le acerque.
Dirigida por el impronunciable Svyatoslav Podgayevskiy, la película cuenta la historia de una sirena que, siglos atrás, fue traicionada por su amante. Esta tragedia la llevó a vivir debajo del agua acechando a cualquier integrante del género masculino con un resentimiento letal. Un día llega Marina junto a su novio Román, que caerá en los encantos de la subacuática rubia. Marina deberá deshacer la maldición para rescatar a su novio de las garras de la tenebrosa mujer.
El director de La novia (Hebecta, 2017) le da al mito de la sirena el lugar que merece: el de una mujer peligrosa que sumerge en sus encantos a los hombres que la anhelan desde la orilla. Pero -y no es un dato menor- la mujer malvada de sirena no tiene nada, salvo que se encuentra debajo del agua. Agua dulce por cierto, porque no hay mar sino lago. No hay cola de pez ni reino marino detrás de esta mujer. Sólo la excusa de su condición acuática para estructurar una historia de terror con todos los condimentos archiconocidos.
Porque La sirena transita todos los clichés del género: la casa embrujada junto al lado donde los jóvenes deciden pasar la noche, la maldición encubierta que data de una tragedia del pasado, y posesiones varias de una villana que tiene el don de camuflarse como método de engaño y manipulación. Sin embargo, y como decíamos al principio, la película es muy entretenida. Tiene el don del ritmo con situaciones que, aunque rocen lo inverosímil, se suceden unas tras otras sin dar respiro al espectador.
El cine ruso entrega de esta manera otro correcto exponente del género que, sin brillar, cumple su objetivo al demostrar un buen manejo de los recursos y brindar un par de sustos. No le pidan más.