Terror doblado y estandarizado
Varias curiosidades surgen del estreno de la película de terror rusa La sirena. La primera es justamente esa: la llegada de un título de origen poco frecuente para la cartelera local. Una rareza que la película misma se encarga de depreciar a medida que la proyección avanza, incapaz de entregar algo distinto de lo que cada semana ofrece el cine de terror horneado en el molde de la pereza. Más allá de algún detalle que intenta darle a la historia una pincelada de color local, este trabajo de Svyatoslav Podgaevskiy, especialista en películas de terror seriadas, La sirena podría haber sido filmada en Ohio, Idaho o cualquier otro sitio de los EE.UU. y nada cambiaría. Ya no se trata de usar los recursos aprendidos a través de los clásicos del género, sino de lisa y llanamente copiarlos, repetirlos hasta que el miedo se vuelva una experiencia vacía y por completo ajena para el espectador de películas como esta.
Una curiosidad adicional se desprende de lo anterior. Aunque se trata de una película rusa, quienes paguen la entrada para verla no podrán disfrutar de la lengua de Chéjov, Dostoievski y Tolstoi. Pero ya no porque el ingrato vicio del doblaje al castellano neutro se haya extendido entre los estrenos, sino porque en este caso la versión subtitulada también está doblada… al inglés. Un detalle que subraya la dificultad de los espectadores contemporáneos para vincularse con un cine producido más allá de Hollywood, incluso en casos como este, en los que sus responsables han tratado de borrar toda marca de origen en aras de la estandarización.
La tercera curiosidad es que en La sirena no hay sirenas y quienes quieran ver una deberán buscarla en otra parte. Es cierto que el ente maligno de turno es el espectro de una mujer que habita en las aguas de un lago y que busca vengar en cada hombre el desengaño que la llevó al suicidio en la Rusia rural del siglo XIX. Pero eso no la convierte en sirena. Ante esa falta de precisión uno puede elegir sentirse engañado por la falsa promesa de una criatura mitológica que resulta ser otro fantasma diseñado a reglamento. Pero también se puede ir en busca de otras películas que garanticen la posibilidad de encontrarse en la pantalla con estos seres mitad mujer y mitad pez.
Para ello se aconseja recurrir a los catálogos de los últimos Bafici, en cuyas competencias se presentaron dos buenas películas de sirenas. En su edición de 2016 pudo verse The Lure, de la directora polaca Agnieszka Smoczynska, en la que dos de estas criaturas funcionan como extraño canal para recorrer los sórdidos años ‘80 en Varsovia, que marcan la caída del mundo soviético. Más acá en el tiempo, la Competencia Internacional de este año incluyó a Blue my Mind, de la suiza Lisa Brühlmann, cuya protagonista es una adolescente que va convirtiéndose en sirena, en una historia que aborda el extraño proceso de la pubertad de forma similar a como lo trabajó la escritora argentina Samanta Schweblin en su cuento Pájaros en la boca.