Tras una larga espera para los fanáticos de La Sirenita (The Little Mermaid, 1989), una de las animaciones más recordadas del periodo de “renacimiento” de los Disney Studios, ha llegado el estreno de la versión live action. La Sirenita (The Little Mermaid, 2023) es dirigida por Rob Marshall -Chicago (2002), Memorias de una Geisha (2005), Nine (2009) y El regreso de Mary Poppins (2018)-, quien posee experiencia en el género musical, lo cual es notorio en el largometraje en cuestión y no es la primera vez que debe realizar un relato marítimo fantástico, ya lo había hecho en Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas (2011).
Tanto la versión animada de 1989 como la actual, están basadas en el cuento homónimo del autor danés Hans Christian Andersen, publicado en 1837. Lo que pocos saben es que antes que Disney, el estudio japonés Toei Animation, ya había realizado una transposición animada, más fiel al cuento, llamada Andersen Dowa: Ningyo Hime (Hans Christian Andersen's The Little Mermaid, 1975 de Tomoharu Katsumata). Recordemos rápidamente que además del filme de 1989, Disney ha usufructuado el personaje de Ariel, realizando una serie animada de tres temporadas Las nuevas aventuras de la sirenita (1992-1994), una secuela del largometraje titulada La Sirenita II (2000) y otra serie televisiva llamada Los comienzos de Ariel (2008).
La Sirenita (2023) inicia con una cita del texto literario que enuncia: “Una sirena no tiene lágrimas y eso hace que sufra mucho más”. A pesar de ello, al igual que su predecesora versión animada, la protagonista no sufre tanto aquí, puesto que el filme mantiene el happy-end, en lo que difiere rotundamente del trágico desenlace del cuento de hadas de Andersen y su simbología. La película narra la historia de Ariel, una joven sirena, la menor de sus hermanas, hija del rey Tritón. Ella posee un espíritu rebelde y tiene mucha curiosidad por ese otro mundo terrestre, tanto por los objetos que allí se encuentran, como por los humanos. Pero su padre le prohíbe extenderse a ese terreno, debido a la desconfianza que le tiene a los humanos, porque según él su esposa falleció a causa de ellos. Esto es un aditivo de esta versión, en la animada no se hacía tanta mención al pasado de la madre de Ariel. Tritón describe a su hija menor como parecida a su difunta madre, por su interés en el mundo de la superficie. A pesar del mandato paterno, Ariel desobedece sus órdenes en busca de su propio destino, en dicho sentido la pieza es una Coming of Age.
La protagonista es interpretada carismáticamente por Halle Bailey, quien se destaca principalmente por su talento vocal, es un placer escucharla cantar. A través de las canciones ella expresa que quiere más, el mundo marino que conoce no le es suficiente. Por un lado, el relato presenta elementos de empoderamiento en Ariel, por ejemplo, al rebelarse al patriarcado y salvar ella al caballero al inicio, pero, por otro lado, la motivación principal surge tras enamorarse de un humano, Eric. Si se analiza desde la perspectiva de género, las objeciones son preexistentes, ya que provienen del texto literario. Recordemos que los cuentos de hadas eran aleccionadores y pedagógicos para el comportamiento de niñas y jovencitas. Retomando el argumento, en consecuencia, Ariel recurre a la bruja del mar, Úrsula, una mujer-pulpo (otra morfología peyorativa perteneciente a la tradición patriarcal), con quien hará un pacto. A cambio de volverse humana, deberá otorgarle su preciada voz de sirena a la bruja, y debe besar al príncipe Eric antes de que se rompa el hechizo o su alma le pertenecerá a Úrsula.
En adición, dicha entrega enfatiza los puntos en común entre el carácter de Ariel y la personalidad del marinero Eric (interpretado correctamente por Jonah Hauer-King), queriendo suavizar que la motivación de Ariel es amorosa. Ambos gustan de coleccionar antigüedades y explorar nuevos sitios. Asimismo, si bien los dos tienen linaje real, en la presente historia Eric ha sido adoptado, lo cual invierte la asimetría original del amor interclasial (característico del melodrama), enfatizando el amor “interracial”. Ella es una sirena, él es un humano, su amor parece ser imposible (otro rasgo del género del melodrama). Pero como ya es sabido ella renunciará a su esencia, a sus características originales por ese amor, “algún día seré parte de tu mundo”. Para que ese amor sea posible, la mujer -que pasa de la adolescencia a la adultez- cambia su identidad por un hombre. Pasa de ser una sirena, a una humana, mitológicamente la sirena también implicaba un símbolo de tiempos de transición (del terrestre al marino), aquí el pasaje es inverso. Aunque, también puede interpretarse como una búsqueda identitaria propia, uno no debería dejar de ser quien es para conseguir lo que desea o hacer su propio destino. Sin embargo, es ella quien debe transformarse para que el amor “inter-clasial/racial” sea posible. Incluso cuando Ariel ingresa al palacio donde vive Eric con su familia, se le coloca un corset. Después de la libertad que su naturaleza le proveía, pasa la domesticación y opresión del corset.
Es necesario hablar de la corrección política actual de los Disney Studios, los intentos superficiales por dar una imagen inclusiva y de diversidad han traído polémicas. En este caso se considera que la elección de la protagonista es acertada. Si bien la tradición literaria occidental, pero sobre todo la de las artes visuales europeas han representado a las sirenas como mujeres blancas de largos cabellos, con eso se corresponde con los cánones de belleza hegemónicos, que son los que realmente hay que cuestionar. En adición, las hijas de Tritón, son sirenas de los siete mares, por eso pertenecen a distintas etnias (en la versión animada ya tenían distinto color de pelo, igual que en la versión japonesa), en La Sirenita (2023) la diversidad cultural es enfatizada. Mitológicamente las características -tanto físicas como de carácter- de las sirenas varían según la región de origen de cada narrativa, por ende, esta propuesta tampoco desentona. En contraposición, lo que si se considera extraño es que la reina Selina, madre de Eric, tenga tez negra (por más que se explique que no es su madre biológica). Se sabe que es un relato fantástico, pero cada obra de arte, es producto de su contexto de producción, por ende, en ese periodo antiguo, representar que era posible que una persona de dichas características físicas sea de la aristocracia, desliza el peligro de caer en la negación histórica. Es decir, hay un contexto y mundo de referencia al que el autor apela, y esta elección que a simple vista parece inocente, puede implicar negar la lamentable existencia histórica de la esclavitud y del racismo. Esta falsa corrección política de Disney, una vez más no entiende que menos, es más. Cuánto más intenta enfatizar la inclusión, más superflua resulta su representación. ¿Por qué los haters se han quejado tanto de la protagonista de La Sirenita (2023) y no se han tomado el tiempo para pensar que tanto en Ant-Man y la Avispa: Quantumanía (2023) y Guardianes de la Galaxia Vol.3 (2023) ambos villanos son de tez negra? ¿Creen acaso que eso es al azar o inocente?
Finalmente, en este traspaso al lenguaje de “acción real” los personajes del reino acuático y animal han perdido protagonismo, nos referimos a Sebastian, Flounder y Scuttle. Sebastian y Scuttle se ven algo extraños con los efectos del CGI, sin embargo, su estética no es tan desacertada o desagradable como los efectos de El Rey León (2019). En adición tampoco resultan del todo convincentes las interpretaciones del Rey Tritón (Javier Bardem) y Úrsula (Melissa McCarthy). Si bien las actuaciones no son artificiosas, ambos no logran sacarle provecho a sus respectivos personajes, no desentonan, pero tampoco se lucen. En conclusión, la película en cuestión resulta entretenida y emotiva, esto último gracias al talento musical de Halle Bailey. Igualmente, el traspaso al live action es logrado y mejor que las últimas entregas, pero no está al mismo nivel que las predecesoras 101 Dálmatas (1996) o El libro de la selva (2016). Asimismo, a pesar de su efectividad presente, no brinda resignificaciones o un aporte que lleve al filme a perdurar a largo plazo.