No hay caso. Siempre que Disney intenta actualizar sus clásicos animados con nuevas versiones que incluyen personajes de carne y hueso terminamos volviendo a los originales. Son los que quedan en la memoria, siempre por arriba de estas “modernizaciones”. Aladdin, La bella y la bestia, Mulan, Cenicienta y El libro de la selva, entre otras, experimentaron esta renovación en la última década a través de producciones millonarias en despliegue de producción y efectos visuales.
Es muy probable que el único recuerdo que nos quede de todas estas remakes sea la asociación inmediata con las películas originales del mismo nombre. Lo mismo va a pasar con La sirenita modelo 2023 frente a la película original de 1989, hecha a pura animación tradicional (el dibujo a mano que se aprecia y disfruta en cada plano) y con un puñado de maravillosos temas surgidos de la inspiración de Howard Ashman (letra) y Alan Menken (música). El aporte de Menken a la música incidental y a algunas nuevas canciones es la única conexión a primera vista entre aquella obra y este costoso producto dirigido por Rob Marshall y escrito por David Magee (el mismo dúo que perpetró en 2018 El regreso de Mary Poppins) pierde de inmediato ante cualquier ejercicio comparativo.
Esta mirada resulta inevitable, porque detrás del uso casi indiscriminado de efectos digitales y los actores reales la nueva versión sigue de manera bastante fiel la historia original, inclusive desde la copia textual de algunas líneas de diálogo. También reaparecen las canciones canónicas, aunque en un par de ellas (“Bésala” y “Pobres almas desafortunadas”) Disney hizo algunos cambios forzosos en la letra a partir de la creencia de que algunas ingenuidades del texto de 1989 podrían ser malinterpretadas.
Con “Parte de tu mundo”, una de las mejores creaciones de la historia musical de Disney, esta nueva Sirenita quiere marcar el contraste más visible con la anterior. En 1989, Ariel quería dejar las profundidades y hacerse humana en nombre de un impulso enamoradizo incontenible hacia el príncipe Eric. La nueva criatura, una de las siete hijas de distintas razas concebidas en otros tantos mares por el rey Tritón (un desaprovechado y rígido Javier Bardem), tiene a la curiosidad como principal virtud. El amor llegará como consecuencia de esa inclinación.
Este matiz bien pudo alentar una verdadera puesta al día de este tradicional cuento de hadas, pero en la adaptación de Magee y Marshall resulta circunstancial y se desvanece rápido. Un anhelo por descubrir y conocer asoma al principio en los ojos curiosos de la debutante Halle Bailey y es lo que la mueve a aceptar el pacto fáustico que le propone la bruja Úrsula (Melissa McCarthy, lejos del carisma habitual), dispuesta a todo con tal de vengarse del destino oscuro que le impuso su hermano Tritón.
Pero cuando Ariel adquiere forma humana completa, no solo pierde la voz por el hechizo de Úrsula. Desde ese momento la afroamericana Bailey (que tiene carisma natural y canta muy bien) nunca encuentra del todo la manera de mostrar cuáles son sus sentimientos. Como dice en un momento un personaje hablando de ella: “Tiene la mirada distante”. Tampoco la ayuda mucho el atlético galán Jonah Hauer-King, un Eric mucho más esforzado que convincente.
Cuesta entender, por lo demás, que los impecables 89 minutos de la película original hayan crecido ahora sin necesidad hasta llegar a 135, una duración ciertamente pesada para la atención del público infantil. Los elementos agregados, especialmente las canciones nuevas escritas por Lin-Manuel Miranda, no suman nada esencial y difícilmente consigan ser recordados. Mientras tanto se omite por completo, para evitar susceptibilidades, un gran momento de la película de 1989, la escena completa del Chef Louis y la magnífica canción “Les Poissons”.
Pero el mayor problema está en otro lado. Hay ciertas historias solo pueden narrarse con elementos animados y cualquier cambio termina arruinándolas. Esta pérdida queda a la vista con personajes como el crustáceo Sebastián, el pececito Flounder y la gaviota Scuttle (que además cambió de género).
En la versión 2023, en cambio, resultan víctimas de un diseño hiperrealista que podría acercarse a la fisonomía real de esas especies, pero a la vez les quita toda vitalidad y atractivo. Lo más triste y equívoco de la nueva Sirenita es ver a un Sebastián puramente mecánico y con los ojos muertos “animando” una colorida fiesta de corales y fauna marina mientras suena la pegadiza y maravillosa “Bajo el mar”. Por eso siempre terminamos volviendo a los originales.