La sombra del gallo

Crítica de Marcelo Cafferata - Lúdico y memorioso

Una vez más el cine nacional se sumerge en las historias de pueblos chicos con infiernos grandes, secretos de un pasado reciente que conviene que no salgan a la luz y sigan manteniéndose ocultos en su propia oscuridad.

Nicolás Herzog hace su primera incursión en el cine de ficción, luego de sus dos trabajos documentales “Orquesta Roja” y “Vuelo Nocturno” construyendo un relato que involucra al espectador para ir pacientemente armando, con los datos escondidos que va desgranando el guion, una historia en donde el pasado acecha a Román (Lautaro Delgado Timruk) en cada uno de sus movimientos.

“LA SOMBRA DEL GALLO” inicia con un virtuoso trabajo de la cámara de Herzog, presentando a Román en el cementerio: luego de haber recibido una salida transitoria de la cárcel de apenas cinco días en ocasión del fallecimiento de su padre –quien fuera comisario de policía- y luego de visitar su tumba, regresará a su pueblo en una clara sumersión en su pasado, en sus recuerdos, en sus propios demonios.

No sabremos exactamente cuál es la razón por la que se encuentra en la cárcel, tendremos pocos datos de sus vínculos o lo sucedido en ese pueblo y algunos pocos otros, se filtrarán a través de encuentros con un ex colega (Claudio Rissi) que lo recibe y lo contiene en su regreso a la vieja casa familiar.

Las noticias que vamos viendo a través de los televisores hablan de la desaparición de una adolescente en el pueblo. Este será el disparador para que Román vuelva a transitar irreversiblemente por sus zonas más íntimas, más oscuras, más ocultas y no tendrá respiro hasta tanto no siga revisando, revolviendo, removiendo esos fantasmas de su pasado.

En otro plano, aparece una nueva capa narrativa en donde un pacto de silencio parece proteger al padre de Román y el papel de César -a cargo de Rissi-. Éste esconde detrás de su aparente cordialidad, hospitalidad y equilibrio familiar, una intención de controlar el presente para que no se genere ningún tipo de desborde sobre los actos del pasado.

“LA SOMBRA DEL GALLO” describe, principalmente, con un muy buen trabajo de fotografía y uso del color y la edición, el espiral hacia el pasado que vivirá el protagonista. Un pasado que encierra ciertos secretos que lo perturban, lo desequilibran. Evitando apelar al típico recurso narrativo del flashback, la narración se estructura por medio de escenas que entre un clima onírico, alucinatorio y fantasmal darán cuenta de cómo Román ha quedado atrapado en sus propios secretos, los que hoy se hacen presentes a través de una inquietante figura femenina que lo acompaña.

A medida que el personaje de Román pueda atravesar su camino de expiación en ese clima de sordidez, Herzog habilita sin ningún tipo de referencias explícitas ni discursos marcados, temas de agenda, mezclando hábilmente thriller más western suburbano.

El guion de Herzog, escrito junto a Gabriel Bobillo, se apropia de problemáticas como la corrupción policial y la impunidad con la que se maneja el poder, la violencia de género, el machismo que se acentúa aún más en una geografía pueblerina, y se permite hablar de femicidios, de la trata, de los abusos y las desapariciones silenciados y de las imposiciones de las figuras patriarcales en ese entorno.

Lautaro Delgado Timruk, a quien vimos recientemente en “Respira” y el año pasado en “Pistolero”, vuelve a construir un protagónico potente y atractivo. Cuida los detalles, trabaja artesanalmente los silencios y logra poner el cuerpo para ese personaje quebrado por el peso de la culpa que corroe el alma del protagonista y lo conduce a su desequilibrio.

Claudio Rissi, como acostumbra, logra otro gran trabajo secundario y el elenco –en el que se destaca la presencia de Rita Pauls en esa fantasmagórica y perturbadora aparición femenina- forman un equipo homogéneo conducido por la mano segura de Herzog, quien logra hablar de temas ásperos y dolorosos, con una gran habilidad para evitar los lugares comunes.

POR QUE SI:

“Herzog logra hablar de temas ásperos y dolorosos con una gran habilidad para evitar los lugares comunes”