Pasado que no se va
Tras varios años cumpliendo condena en la cárcel por un crimen que no se hace explícito, el ex policía Román Maidana (Lautaro Delgado) consigue un permiso para volver a su pueblo por unos pocos días.
Debe resolver algunos asuntos pendientes por la muerte de su padre, un comisario retirado que llevaba ya un tiempo enfermo.
Al reencuentro con viejos conocidos y el hogar que lo vio crecer, se le suma también encontrar a su pueblo conmocionado por la desaparición sin rastros de una joven y la escasez de respuestas por parte de las autoridades. Román no tarda mucho en atar algunos cabos sueltos, pareciendo tener una idea bastante precisa de lo sucedido aunque su capacidad y voluntad de hacer algo al respecto están mucho menos claras.
Él tiene sus propios demonios que enfrentar. Volver a ese pueblo no hace más que revivirlos, encarnados en un viejo compañero de la fuerza (Claudio Rissi) que parece ser el único que conoce su lado más oscuro, y en una joven con la que alguna vez tuvo un vínculo que anhela pero que ya no puede existir (Rita Pauls). Dos personajes que en algún punto operan como las dos facetas de su conciencia dictándole lo que debe hacer.
Presente que asfixia
No es muy difícil encontrar los vínculos entre la historia de La Sombra del Gallo y el caso real del femicidio cometido por policías en la misma época en que el director dice haber empezado a planear la película. Claro que en vez de recrear esa historia, la reimagina desde otra perspectiva en la que un personaje atormentado por su pasado debe replantearse sus lealtades.
Como público se nos mantiene en la ignorancia, pero el protagonista ya sabe bien lo que sucede en ese pueblo. El eje de la historia no es resolver el misterio policial, sino saber qué va a hacer Román con eso, cómo va a lidiar con la culpa de lo que ya hizo, de lo que permitió que sucediera, y de lo que podría hacer en el presente para remediar un crimen del que se siente responsable aunque no participó.
La información necesaria va apareciendo sobre el tablero. Todo va tomando forma sin dejar mucho lugar a dudas, pese a que nunca hace explícitas las respuestas que quiere entregar, confiando en que el público llenará esos huecos sin problemas para lograr la imagen completa que propone.
El gran trabajo del trío principal de intérpretes es fundamental para ese efecto, pero especialmente el de Lautaro Delgado (La sabiduría,Pistolero, Kryptonita) que prácticamente está presente en cada plano de La Sombra del Gallo, contando su historia con muy pocas palabras pero con una intensidad agobiante.
No se vale únicamente de esa interpretación, pues por más buena que sea solo puede ser efectiva con una propuesta visual contundente y precisa que remarca todo lo que necesita mostrar y escondiendo lo que molesta. Algo que hace mientras construye un clima de alto contraste que se vuelve onírico a medida que la cordura de su protagonista flaquea.