Queda claro que para Denis Villenueve el paradigma y modelo cinematográfico a tomar en cuenta a la hora de hacer LA SOSPECHA (raro título local de PRISONERS) fue el cine de David Fincher. En cierto modo, se puede decir que su duro drama policial se ubica a mitad de camino entre los thrillers brutales y sadísticos tipo PECADOS CAPITALES y la moralmente más ambigua y compleja zona que investiga ZODIACO, hecha uno años después por el propio Fincher y otro filme que se centra en crímenes horrendos, inexplicables y de complicada resolución.
Pero lo “complicado” de la resolución de LA SOSPECHA no está tan ligado a lo difícil que es descubrir al asesino, sino a las reacciones impensadas que el caso genera en los protagonistas y que dificultan no sólo la investigación sino nuestra propia posición respecto a lo que estamos viendo. Es eso -más que ninguna otra cosa- lo más rico que tiene esta película: en poner a los familiares de las víctimas (a uno, específicamente) en el papel de victimario, al complicar/trastocar la investigación tomando el asunto en sus propias manos.
Prisoners-1De entrada, LA SOSPECHA se presenta como algo más que un “best seller policial” con un caso oscuro y enrevesado. Los ritmos que maneja, las actuaciones y las citas bíblicas que hacen lo posible por despegarse del subgénero de autores de “literatura de sala de espera” como James Patterson (BESOS QUE MATAN): todo en la puesta en escena de la película intenta trascender su propia trama.
La premisa es simple: dos parejas (Hugh Jackman y María Bello por un lado y Terrence Howard y Viola Davis, por otro) se reúnen para una cena del Día de Acción de Gracias en la casa de una de ellas. En medio de la velada, sus respectivas hijas menores salen a la calle y desaparecen. Pasan las horas y ni los padres ni los hermanos mayores logran encontrarlas. Las chicas han desaparecido y la presencia de una camioneta cerca de ahí los hace sospechar que su extravagante conductor algo tiene que ver con el asunto.
prisoners2La trama es bastante compleja, pero en principio se puede decir que el policía encargado de la investigación (Jake Gyllenhaal) detiene al sospechoso (Paul Dano), que no solo se rehúsa a hablar sino que se comporta de manera bastante extraña y casi infantil. Sin méritos para retenerlo más de 48 horas, lo libera. Y es ahí donde papá Jackman decide tomar “el toro por las astas”: secuestra al sospechoso con el plan de torturarlo hasta que diga la verdad de lo que sucedió. Verdad que parece no saber, o saber a medias o no poder o querer decir.
Niñas desaparecidas y sospechoso secuestrado son los ejes de esta investigación que va a ir abriendo agujeros (subsuelos, habría que decir) a las zonas más oscuras de la vida en pequeños pueblos americanos, cuyo aspecto plácido oculta usualmente los secretos más terribles: violencia infantil, alcoholismo, familias deshechas, etc, etc. La trama tiene sus complicaciones y vueltas de tuerca lo suficientemente eficientes para mantenernos atentos durante los 150 minutos que dura el filme, aunque no necesariamente uno quiera conocer demasiados detalles acerca de este tipo de personajes (con el correr de los minutos van apareciendo otros potenciales sospechosos) y sus comportamientos con niños.
Prisoners-Hugh-JackmanLo mejor del filme está en el cuestionamiento ético que se hace respecto a la idea -muy arraigada en la cultura americana- de la venganza y la defensa por mano propia, del “todo vale” en función de la protección de la familia, los hijos, la propiedad, etc. Howard no está de acuerdo con el proceder de Jackman, pero no puede evitar sentirse tentado a participar en la agresión al sospechoso. Y hasta el propio Jackman consigue, con sus métodos detestables (las suyas parecen técnicas probadas con prisioneros en Afganistán), algunas confusas respuestas. La pregunta es cuál es el límite que transforma a la víctima en victimario. Y algo parecido le pasará a Gyllenhaal cuando pierda la paciencia en una situación y quiebre esas reglas.
El problema es que para instalar ese ángulo narrativo con fuerza lo que Villeneuve hace es tirarle una mano gruesa de pintura “de calidad” a lo que es, en definitiva, una trama más cercana a la de un thriller negrísimo o una película de terror suburbano. No logra, como Jonathan Demme en EL SILENCIO DE LOS INOCENTES (o el propio Fincher en ZODIACO, o el propio Clint Eastwood en la mayoría de sus policiales) integrar todos esos elementos en un todo coherente. Y así es que LA SOSPECHA se siente como una película montada sobre la otra, con la primera (el drama personal, digamos) dando paso a la segunda (el caso policial concreto) con el correr de los minutos.
prisoners3Las actuaciones van también por el lado “serio” del asunto. Jackman transpira y grita más de la cuenta, Gyllenhaal tiene más tics que en todas sus películas juntas y Howard solo parece poner cara de asustado a lo largo del filme. Dano y Melissa Leo (que encarna a su tía) se manejan mejor, con más sutileza/ambigüedad, lo mismo que las otras mujeres del elenco, Bello y Davis. Sin embargo, durante esa primera hora y media -y ayudados sin duda por la fotografía del gran Roger Deakins- el asunto resulta creíble, tenso y con aristas muy ambiguas. Para el final (más allá de unas vueltas de tuerca ingeniosas), si bien la tensión sigue allí, la ambigüedad y la credibilidad desaparecieron hace rato.
Por momentos, tomando en cuenta la cantidad de subtramas empezadas y aparentemente abandonadas, y personajes que van perdiendo peso e importancia en el relato, da la impresión que LA SOSPECHA era originalmente una película más larga todavía. De hecho, transformada en una serie o miniserie de una temporada (como TOP OF THE LAKE, digamos, o una remake de esas series con acontecimientos atroces de esas que siempre pasan en Suecia) su resultado podría ser más contundente y, seguramente, bastante más original. Así como está, es un efectivo e intenso entretenimiento que cree ser mucho más de lo que es.