Con el protagónico de Hugh Jackman, esta película combina drama y suspenso en partes iguales y mantiene al espectador atornillado a la butaca.
Sucede en ocasiones que se cargan de tal manera las tintas en una película hablando en términos promocionales, que cuando se concurre al cine a presenciarla la sensación posterior es casi de despojo. Pocas veces se condice el resultado final con la maquinaria publicitaria gastada. Como contrapartida, de vez en cuando aparece una cinta que llega de punto, casi en silencio y sin grandes previas, y al salir de la sala parece que alguien nos arrebató a puñetes. Bienvenidas sean estas películas, y bienvenida sea La sospecha, una obra de esas que es capaz de provocar sensaciones varias, menos indiferencia.
Protagonizada por Hugh Jackman, la dirección corrió por cuenta del canadiense Denis Villeneuve, quien tiene en su haber un dramón con todas las letras y altamente recomendable titulado Incendies. Aquí, Jackman interpreta a un padre de familia, religioso con mayúsculas para más datos, que debe enfrentarse a una situación extrema: la desaparición de su hija y de una amiga el Día de Acción de Gracias. Luego de ocurrido el hecho, van pasando las horas y se arriba al dilema consabido de tomar el toro por las astas y hacer justicia por mano propia, a pesar de la solvencia y el profesionalismo que demuestra el policía encargado del caso.
Jackman aporta su plus de súper estrella, pero Villeneuve tuvo además la suerte de trabajar con un elenco de lujo en el que Jake Gyllenhaal también suma su cuota de fama, pero sobre todo conformado por eternos actores secundarios de sobrado talento como Viola Davis, Melissa Leo y Paul Dano (este último se lleva un gran porcentaje de las palmas con un personaje que hace que el espectador pierda los estribos).
Intriga. La mejor muestra de que La sospecha es una buena película de suspenso radica en el hecho de que dura dos horas y media y en ningún momento decae la tensión. En eso hay que sacarse el sombrero ante un guión sin fisuras que no recurre a frases hechas ni a reflexiones sesudas, como es un tópico en esta clase de productos, y hay que subrayar la mano del director para combinar en justa medida la moral, la violencia cruda, los sentimientos paternos y la locura.
Lo mejor que le puede pasar a alguien que quiere encontrar en una película algo que le mueva la estantería, es que se lo ubique ante interrogantes cuyas respuestas son difíciles de encontrar o que directamente no las tienen. La sospecha (el título original del filme es Prisioners) juega con eso, y embarca a todos en ese macabro ir y venir de lo correcto, lo incorrecto, lo justificable y lo que no lo es.
Con un trabajo de edición que no requiere de grandes artilugios, ni siquiera del lomo de Jackman (aquí el tipo actúa, y lo hace muy bien), La sospecha demuestra, entre otras cosas, que a veces una historia que puede parecer trillada (secuestro, desaparición, ningún resultado y entonces el protagonista entra en acción) resulta bien si el tratamiento es serio, firme y no se torna pretencioso. Muy buena propuesta para los que quieren meterse de lleno en una trama, aunque después el malestar dure un rato largo.