La sospecha

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

SOSPECHAS EN EL VACÍO

El nuevo largometraje del canadiense Denis Villeneuve (1967, Quebec), después de su sobrevalorada Incendies (2010), confirma de manera muy clara cómo la reunión de elementos atractivos no da como resultado una película satisfactoria si no se sabe cómo combinarlos y encauzarlos. En La sospecha hay un guión con un punto de partida inquietante y las vueltas de tuerca necesarias para sorprender al espectador, buenos actores (Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Terrence Howard, Paul Dano, María Bello, Melissa Leo), un director de fotografía talentoso (Roger A. Deakins, de recordados trabajos en películas como El hombre que nunca estuvo o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford), y un profesionalismo indudable en rubros técnicos y artísticos. Pero resulta un film frío, convencional, anodino.
Los diálogos, por ejemplo, son de una obviedad alarmante, con padres que, ante la desaparición de sus pequeñas hijas, dicen “Si pudiera dar mi vida para encontrarla lo haría” o “No me quedaré quieto hasta encontrarla”, y algún comisario que aconseja al joven policía obsesionado con un caso “Lo que necesitas es buscarte una mujer y formar una familia”. Cuando el conflicto se resuelve y aparece el culpable, los resortes de la intriga que había ido desarrollándose hasta entonces son explicados en voz alta por el personaje en cuestión (por razones obvias no diremos aquí de quién se trata) con la mirada altiva y en pose. Hay también personajes que se diluyen rápidamente, como un sacerdote con secretos ocultos, y otros desaprovechados, como el hijo de la pareja Jackman-Bello, que podría aportar algo de atrevimiento adolescente a ese contexto dramático tan envarado.
Estas falencias son disimuladas con una música suntuosa –con los infaltables golpes sonoros para sobresaltar a la platea– y un refinamiento hecho de repentinas tormentas, una casona abandonada y siniestra, oscuros bosques y manifestaciones con velas en la oscuridad. Con todo ello, más algunos elegantes movimientos de cámara y tomas subjetivas, se sostiene un clima de amenaza constante que promete más de lo que cumple. Puede decirse que, aunque La sospecha gira en torno a un misterio que tarda en descifrarse, es un film sin misterio. Innecesariamente extenso, su historia incluye, además, situaciones discutibles sobre las que no toma partido: la tortura a un inocente para obtener información y las nefastas consecuencias de cierta ineptitud del accionar policial asoman con incómoda naturalidad, como si hacer encajar las piezas fuera lo único que importara del relato.