La trama macabra
Cómo hacer un thriller sobre un tema reiterativo, con actores estelares, con una trama no del todo imprevisible y situaciones que, pese a generar misterio, no dejan de resultar familiares? La respuesta del francocanadiense Denis Villeneuve es un desarrollo moroso (dos horas y media), envuelto en su lógica y de espaldas a la ansiedad del espectador, una cámara tan antiséptica como corrosiva (el maestro Roger Deakins) y, fundamentalmente, dos actores poseídos por sus personajes.
Hugh Jackman es Keller Dover, un tipo aparentemente normal con cierto mambo religioso, que revela un costado psicopático tras la desaparición de su hija y se obsesiona con Alex Jones (infalible Paul Dano), un deficiente mental al que considera responsable. En el otro rincón está Jake Gyllenhaal como Loki, un detective taciturno, inexpresivo a excepción de un persistente tic ocular. No mucho más normal que Dover, Loki se hace cargo del caso; es un antihéroe de manual y protagoniza una escena antológica en su patrullero junto al padre de la víctima, que por sí sola compensa algunas falencias del film (como el factor religioso, una trama secundaria que no termina de cerrarse). Villeneuve, que ya había dirigido con éxito Incendies, de 2010, no apuesta a la novedad; sus modelos son en algunos casos elocuentes, como el tono aciago que recuerda a Río Místico de Eastwood y una perfección formal heredada de David Fincher; pero también hay pistas más difusas hacia el final, que amenaza con ser un calco de The Vanishing, perla negra holandesa de los años ochenta. Lo interesante es cómo el francocanadiense circunvala esos modelos y consigue un resultado excitante, promisorio para su futuro.