Un tremendo film de suspenso, lo que implica que hace sufrir al espectador. Pero no solo porque sea una película entretenida (lo es) sino por el oscuro mundo que presenta. En un día cualquiera, en pleno día, desaparecen una nena y su mejor amiga. Los padres se desesperan, el único sospechoso es un joven con el coeficiente intelectual de diez años, la investigación sigue pistas falsas y la presión crece hasta que el padre de una de las desaparecidas decide tomar las riendas del asunto. Pero lo que podría ser una versión suburbana de “Taken” es, en realidad, otra cosa más compleja, un mapa moral sórdido donde no faltan los ingredientes psicopáticos, las vueltas de tuerca y la idea –tremenda– de la imposibilidad de la razón y la lógica por contener el caos de la sinrazón. En algunos momentos el film es moralmente ambiguo, molesto incluso, al punto de enojarnos con personajes llevados al máximo de tensión emocional. Y es cierto que juega con el mayor temor de las clases medias contemporáneas: la pedofilia y el asesinato de menores. Pero incluso si esto puede llevar a una discusión, el oscuro, glauco mundo del film, sostenido por actores perfectos (Jackman, Bello, Gyllenhall, Dano, Leo, Howard) otorga una sensación de realidad notable, que vuelve al film una parábola dura y tensa. Una pequeña sorpresa a esta altura del año.