Con efectos colaterales
Tenso thriller y drama sobre la desaparición de dos niñas, con Gyllenhaal y Jackman.
Las películas en las que la suerte y la vida de niños está en peligro suelen ser de las más desesperantes. Hablamos de aquellas en las que los pequeños desaparecen: son secuestrados y no dejan rastros. Uno teme ante todo por lo que les puede haber sucedido, pero las heridas que dejan esos hechos en los padres angustiados son como efectos colaterales.
Y todo lo que puede pasar por la cabeza de un padre desanimado -pero no vencido ni abatido- es uno de los muchos contenidos que tiene La sospecha, un thriller como Dios manda, que mantiene en vilo y preocupado al espectador a lo largo de dos horas y media.
Denis Villeneuve, el realizador canadiense que dirigió Incendies, tiene como ases en la manga a la hora de promediar cada escena.
La estructura de La sospecha parace salida de esos talleres de guión en los que se enseña a alterar los ejes narrativos, sorprender. Los personajes centrales (el padre que compone Hugh Jackman, el policía que busca a las dos niñas desaparecidas en Pensilvania y que nunca perdió un caso que interpreta Jake Gyllenhaal) no serán los mismos al final del metraje.
Sucede que Keller cree que el detective Loki no actúa con la celeridad que debiera para encontrar a su hija y la de un matrimonio amigo. Las evidencias para arrestar a Alex (Paul Dano), un joven con deficiencia mental que estuvo merodeando por la zona con su casa rodante, para Keller son sufcientes. Y cuando queda en libertad, lo toma prisionero. Deja sollozando en su casa a su esposa (María Bello), hace partícipe a los padres de la otra niña (Viola Davis y Terrence Howard). Y lo tortura.
El tormento que intensifica Villeneuve no es ése, el que grafica, sino el que invade como un tumor las psiquis de todos los protagonistas.
La sospecha es más un tratado sobre la construcción de personajes y sus pensamientos, sobre la maldad, la ética y el dolor, pero sin sermoneos. Gran filme.