Un viejo caserón alberga a un grupo de ancianos al cuidado de una enfermera solidaria que de pronto decide tomarse algunos días de vacaciones; para ello deja a su joven hijo al cuidado de los internados. El muchacho acepta el ofrecimiento con desgano, pero su poca paciencia comienza a transformar la conducta de esos hombres y mujeres, quienes hasta ese momento pasaban sus días frente al televisor, jugando a las cartas o dialogando sin cesar.
En esos momentos cruciales llega a la casa Alicia (Marilú Marini), alguien con un pasado tortuoso que ha perdido el cariño de su hija y la posibilidad de ver a su nieto. A la vez, una noticia sacude a los ancianos: por la televisión se enteran de que la Iglesia Católica ha clonado a Jesús, pero que éste ha desaparecido para recorrer el mundo en busca de una cura para una enfermedad letal.
Los ancianos deciden intentar ayudar a Jesús, pero para ello deben liberarse del muchacho que ahora los cuida y les ha quitado todas sus diarias alegrías. Así comenzará una sublevación que pondrá en peligro la vida de varios de ellos, a la par que se vislumbrará un rayo de esperanza para Alicia, amparada por un hombre que comienza a comprenderla.
El novel director Raphael Aguinaga intentó con su historia insertarse en las desdichas de esos ancianos alejados del amor de sus parientes y mostrar sus penas y alegrías, pero su propósito apenas alcanza algunos momentos de honda reciedumbre dramática, ya que lo que ocurre en el film deja bastantes cabos sueltos y reitera situaciones.
El elenco se esfuerza por dar calor a sus personajes, lo que logra en contadas ocasiones, mientras que los rubros técnicos otorgan el clima pedido por la trama, aunque ello no fue suficiente para que el film lograra lo que se proponía: radiografiar esas almas en pena sujetas a una constante infelicidad.