Basado en una novela gráfica de Juan Sáenz Valiente (quien en su momento también publicó historietas con guiones de Alfredo Casero en la revista Orsai de Hernán Casciari), este largometraje estrenado en la última edición del Bafici tiene como protagonistas a un detective privado muy particular, contratado por un hombre que sospecha una presunta infidelidad de su esposa, una enigmática coreógrafa de danza contemporánea.
Como en muchas historias del cine negro, el investigador termina seducido por esa mujer a la que empieza espiando, pero aquí hay mucho más que un thriller al uso: la comedia condimentada por el absurdo matiza una historia también atravesada por el clima enrarecido de los sueños y en la que el paisaje juega un rol muy importante.
Los directores -Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, cuyos antecedentes eran dos documentales muy personales, Cracks de nácar y La forma exacta de las islas- aprovecharon muy bien cada plano exterior, trabajándolo con criterio y buen gusto, aportándole a la película belleza y un vuelo poético que combina novedosamente con la trama de suspenso y humor bizarro que Juan Carrasco, Katja Alemann y Edgardo Castro sostienen con trabajos sólidos, adaptándose con soltura a los constantes cambios de tono del relato.
Aun con algunos desniveles en los pasajes que exigen mayor carga dramática, La sudestada llama la atención por su desparpajo y su originalidad. El rigor de su puesta en escena, sus citas (cinéfilas, literarias) y su apuesta por la extravagancia la fortalecen y la dotan de encanto y personalidad.