El director Daniel Burman tuvo un ingreso más que promisorio en el mundo del cine con su primer muy buen largometraje “Un Crisantemo Estalla en Cinco Esquinas” (1998), cuyo guión le pertenecía.
Luego construyo una filmografía entre buena, correcta, y con grandes intentos fallidos. En la primera categoría se podría incluir “Esperando al Mesías” (2000) y “El Abrazo Partido” (2004)
Pero en la última categoría es que se encuentra su novísimo trabajo, otra vez en la doble función de director y co-guionista, aunque además se haya dado tiempo para ser uno de los productores.
La narración se centra en la historia de Uriel (Jorge Drexler), un cuarentón separado de su mujer, padre de dos hijos, dueño de una financiera heredada, con lo que tiene bastante como para no aburrirse. Pero él tiene un hobby y una preocupación.
La segunda, es no traer más hijos al mundo (una vez que lo conocemos le damos la razón), para ello quiere, desea, realizarse una vasectomía en pleno siglo XXI, con la cantidad de métodos anticonceptivos menos invasivos, menos peligrosos. Uno debería decirle: usá profiláctico, forro. Pero esa es una de las diferencias con el teatro, en el cine el espectador no tiene la posibilidad de gritárselo.
La primera, el hobby es jugar al póker por Internet, todo un intelectual el hombre.
En la otra punta de la historia encontramos a la joven Gloria (Valeria Bertuccelli). En las antípodas el uno del otro. Él, infantil, superfluo, amargo, enojado con la vida sin motivo, ni aparente ni mostrado. Ella, alegre, divertida, inteligente, adulta pero juguetona, que no perdió su capacidad de asombro y sus ansias por crecer.
El mayor problema radica en la cantidad de elementos, tramas y subtramas, que plantea el relato, y que en su mayor parte no están desarrolladas ni concretadas. Situación que promueve desde la confusión hasta el hastío. Con el agregado de su excesivo metraje, cartón lleno.
Jorge Drexler no es actor, es un muy buen cantautor, pero aquí no lo puede demostrar. Su Uriel es pobrísimo, no se sabe si por su incapacidad histriónica o debido a una mala dirección de actores.
En cuanto específicamente a la realización, el resultado es un texto fílmico que repite lo peor de las comedias estadounidenses: previsible, aburrida, y con muy poco humor, para nada inteligente. Lo rescatable es la naturalidad y frescura con que Valeria Bertucccelli construye no sólo éste personaje, sino todos los que le ví encarnar en su carrera, pues se trata de una gran actriz, y aquí lo vuelve a demostrar, y la escena final con la música de la trova rosarina, con Juan Carlos Baglietto a la cabeza.