Podría decirse que, si bien La suerte en tus manos no es una mala película, tampoco es del tipo que uno calificaría como excelente. El último film de Burman estaría ubicado, más bien, en aquel peligroso lugar intermedio en el que surge tan poco entusiasmo por los reproches como por los elogios. La historia es sencilla: Uriel (Jorge Drexler), un hombre fana del póker, los telos y las mentiras, intenta recuperar a su ex novia Gloria (Valeria Bertuccelli), una mujer sensible y sincera que se debate entre el deseo de un novio serio y el de una relación sin hijos que la ate eternamente. Aunque, como puede verse, los personajes constituyen el núcleo de la película, ni Drexler en su condición de turista cinematográfico ni la frecuente protagonista Valeria Bertuccelli parecen cargar con responsabilidades a la hora de identificar las fallas. A los fines de una distinción más clara que la de simplemente nombrar a Burman y el conjunto de decisiones tomadas por su equipo, yo diría que la culpa es del pelotero. Sí, ese de pelotitas color celeste que no sólo aparece en la historia, sino que también se pasea orgullosamente por el cartel y el tráiler de La suerte en tus manos. La escena en cuestión se encuentra en medio de una secuencia que muestra la incipiente reconciliación de Uriel y Gloria, y se acompaña de otra inseparable dupla que frecuentemente funciona como garantía de contemplación sentida: cámara lenta y música. En esta serie de planos, el director expone casi inconscientemente la raíz del problema: las grietas de un mecanismo de construcción del relato que le da coherencia pero que a la vez resulta desventajoso. Lo que en ese mecanismo se juega es, justamente, el afán por cierta cohesión temática e incluso estética: los juegos, la niñez, la química cuasi adolescente entre los protagonistas. Sin embargo, y más allá de los esfuerzos, lo que trasmite es una imagen forzada, impuesta, coordinada. La huella de una búsqueda visual se hace explícita casi a la misma vez que devela una funcionalidad exclusivamente ilustrativa y, sobre todo, desprovista de todo aspecto espontáneo o azaroso que lo disimule. Burman construye, entonces, un film prolijo pero con la evidente marca de un cauce narrativo que obedece a unir ciertos motivos y temas antes que a producir o generar algún tipo de dinámica al menos aparentemente causal y amoldada a las circunstancias de sus protagonistas. El virus del pelotero finalmente se propaga hacia diversas partes y elementos: personajes como el que interpreta Gabriel Schultz, el gran show de La trova rosarina, e incluso las diversas analogías con el póker también lo sufren. Después de todo, La suerte en tus manos sigue siendo un relato correcto y redondo, donde las diversas piezas que la componen encajan casi perfectamente. Pero la forma en que sus fragmentos se estructuran quita, sistemáticamente, el valor de los efectos que ese conjunto podría llegar a crear.