Entre distancias y segundas oportunidades
Las distancias, las geográficas que marcan recorridos, definen tiempos y oportunidades y las otras que van de la mano de los afectos y los vínculos que se reciclan en el devenir de la vida, operan en el universo de La suerte en tus manos, nuevo opus del realizador Daniel Burman que vuelve a apostar a la comedia romántica como plataforma de lanzamiento, tal como en un pasado lo intentase con su film Todas las Azafatas van al Cielo (2002).
La otra gran apuesta –nunca término más propicio para definir una decisión importante en un film sobre azar y decisiones- está concentrada en la revelación actoral del músico uruguayo Jorge Drexler en un co protagónico junto a Valeria Bertucelli, con quien no sólo existe la química necesaria para este tipo de propuestas sino el complemento para que ambos se luzcan en sus respectivos roles, que van creciendo en el desarrollo de la historia.
El destino y el azar son las ideas rectoras sobre las que Burman bucea a partir de las reacciones y acciones de sus personajes en una dialéctica atractiva de encuentros y desencuentros entre ambos en un microuniverso, que marcan el ritmo de la trama donde se reproducen situaciones particulares en escenarios particulares también: cuarto de albergue transitorio, el casino, las calles de Rosario, etc.
Por un lado, la ciudad de Rosario, definido dentro del relato como el espacio de menos exposición tanto para Uriel (Jorge Drexler) como para Gloria (Valeria Bertucelli), quienes se reencuentran allí luego de muchos años en que habían intentado en la juventud estar en pareja, plan que fracasó y los alejó durante largo tiempo modificando el rumbo de sus vidas. Ella, en Francia con un novio al que no ama y él, divorciado y con dos hijos, protagonista de relaciones fugaces pero sin sentar cabeza y aterrado por volver a ser padre al punto de querer someterse a una vasectomía.
Sin embargo, el azar lleva a que Gloria deba regresar desde Francia tras el fallecimiento de su padre para arreglar unos asuntos familiares con su madre Susan (Norma Aleandro) y por casualidad aparezca en el camino de Uriel, un extrovertido y verborrágico ex amante que tiene la compulsión de no decir la verdad y la afición por el juego del póker a niveles casi obsesivos pero controlables.
Quizás para salir de la rutina de la financiera en la que trabaja continuando el negocio de su padre, de prestar dinero a cambio de un interés, o para decidir sin riesgo y dejar todo en manos de la suerte.
El conflicto central que atraviesa el derrotero de Uriel es que ya no quiere tomar decisiones sobre su destino porque es consciente de que cada una de ellas atrae consecuencias indeseadas y en el caso de Gloria haber decidido sobre su vida amorosa también trajo aparejada la desilusión.
Por eso, cada uno volverá a jugar al juego del amor con las cartas que le tocan en suerte, no las mejores del mazo sino aquellas salidas del reparto de los azares y los encuentros fugaces para torcer el rumbo del destino en un film que fuerza el verosímil a consciencia porque en definitiva de eso se trata: de una película sobre segundas oportunidades, que Daniel Burman desarrolla con frescura, humor y un elenco impecable que incluye buenos secundarios también.