La válvula de escape
Más comedia y menos drama es lo que predomina en esta nueva obra del director Daniel Burman, uno de los mejores realizadores que ha dado el cine nacional en los últimos años. Y como ocurre (y está bien que así sea) en cada autor con sello definido, se reconocen una vez más algunos temas recurrentes de su cine, como la relación padre/hijos, los conflictos de pareja y las preguntas metafísicas y existenciales sazonadas con un humor especial. Sin embargo, la historia busca esta vez otros climas, alejados del tono más bien crepuscular de sus dos últimos filmes “El nido vacío” y “Dos hermanos”.
Los protagonistas principales de “La suerte en tus manos” están generacionalmente sobre el filo de los cuarenta, con ex parejas a sus espaldas y con hijos para convivir los fines de semana (en el caso de él) o (como en el caso de ella, hasta ese momento cerrada voluntariamente a la idea de ser madre), transitando las últimas posibilidades biológicas para serlo.
Uriel/Drexler y Gloria/Bertucelli han sido novios cuando eran muy jóvenes y después la vida los llevó por distintos caminos, hasta que se reencuentran en situaciones no demasiado diferentes, ya que tienen en común -además del pasado- una presente cuota de alta soledad y un disconformismo camuflado de seudoadaptación a un sistema al que no parecen incorporarse ciegamente.
El efecto optimista
Es evidente que el relato busca circular por aguas superficiales y en lo posible gozosas, a pesar de que por debajo se intuya cierta melancolía persistente. Los personajes de Burman nunca son totalmente conformistas y siempre están a la búsqueda de señales, al menos a través de preguntas o de acciones contundentes, para construir o mejor dicho re-construir su destino. En medio de los gags de puro efecto cómico, quedan suspendidas explicaciones a preguntas fundamentales, como la que contesta el rabino sobre la postura de la religión ante el azar y que da origen al título de la película. La actitud de juego, para la que siempre están dispuestos los niños y difícilmente los adultos, parece ser la clave, o mejor dicho el umbral para saltar hacia un futuro con mucho a reconstruir, para disfrutar con lo que quede.
La puerta abierta
Desde el punto de vista actoral, Drexler cautiva con un rol de antihéroe inseguro pero simpático versus una contundente Valeria Bertucelli como una Gloria anticonformista frontal y explosiva, en tanto que en torno a la dupla estelar hay un interesante elenco secundario, que aporta presencia y naturalidad a sus personajes, principalmente Norma Aleandro y Luis Brandoni. Los personajes, tanto principales como secundarios, tienen en común la bienaventuranza de no pasar por los mismos problemas económicos que han desplazado a la tradicional clase media argentina. Y también que todos ellos tienen alguna válvula de escape, una salida particular y secreta para seguir adelante.
La película hace un buen uso de las locaciones en Buenos Aires y Rosario (hoteles-casinos de lujo) y da una vuelta de tuerca con una subtrama que tiene que ver con el leitmotiv de las segundas oportunidades: la reunión de la Trova Rosarina: Baglietto-Goldín-Garré-Abonizio que se reencuentran ya cincuentones sobre el escenario rosarino, desplegando la misma energía que cuando los acordes de “Se fuerza la máquina” surgían en los años ochenta.
Desde un punto de vista formal, la película es visualmente impecable con una estética más transparente y accesible, aprovechando las posibilidades surreales de un contexto verosímil como son los peloteros o los juegos de agua.
El vestuario, los objetos, las miradas de los personajes, la banda sonora, todo suma encantamiento en esta comedia más ligera y menos trascendente pero también menos pretenciosa, por lo cual resulta contundentemente sincera y convincente, donde todo lo que inicialmente parece gris devuelve finalmente un brillo disfrutable, un guiño de complicidad donde es posible sentirse identificado.