Se nota que estamos en temporada de estrenos del Oscar cuando uno debe escribir crítica tras crítica de biografías de personalidades célebres o de importantes hechos históricos. En cierto sentido, buena parte de la lógica de los premios continúa siendo tal como era en los años ’30: prestigiosas y anodinas películas siguen acaparando estatuillas y nominaciones como entonces lo hacían títulos hoy olvidados como LA VIDA DE EMILIO ZOLA, entre otros. El Oscar, se sabe, no es barómetro de calidad de nada pero a veces llama la atención lo poco que han cambiado ciertas cosas casi 80 años después.
Hay todo tipo de películas biográficas y no es el género en sí el que hay que culpar, sino ciertas formas de acercarse a él. Este año hay muchas (SELMA, por ejemplo, es un buen modelo de una aproximación más moderna, política y puntual de un hecho que marca la vida de un hombre), pero LA TEORIA DEL TODO es, acaso, la que más se acerca a la versión anticuada y ya decadente del género. Una película que intenta cubrir la vida entera de un hombre célebre y que lo hace sin ahondar prácticamente en nada y apoyándose en los lugares comunes más previsibles. No solo de las biopics sino de la propia vida del personaje.
theory1-articleLargeSi jamás entendieron o supieron muy bien a qué ha dedicado su carrera Stephen Hawking difícilmente vayan a enterarse viendo esta película. No es que se trate de un tema demasiado fácil de explicar o dramatizar, pero James Marsh no hace demasiados esfuerzos para que podamos vislumbrar algo de sus complejas y hasta contradictorias teorías sobre el origen del universo o la idea del tiempo, la relación entre la teoría de la relatividad y la física cuántica, ni hablar de las singularidades espacio-temporales. Si quieren conocer algo más del tema, preferiblemente busquen online el documental de Erroll Morris A BRIEF HISTORY OF TIME, llamado como el libro que transformó a Hawking en una celebridad. Aquí lo que hay es una serie de personas que dibujan fórmulas largas en pizarrones, hacen dibujos en una mesa con espuma de cerveza y solo les falta decir “Eureka!”
Es cierto que la vida de Hawking propone un material rico por el lado humano. Todos conocemos su severa enfermedad física y es casi obvio que una película sobre su figura debe tomar ese dato como central, fundamental acaso. Lo que sucede es que el filme no parece tener más objetivos que contar la historia de la enfermedad progresiva de Hawking, el “milagro” de que haya podido seguir vivo y lúcido pese a tener un diagnóstico inicial que le daba solo dos años de vida y la figura que posibilitó, en buena medida, todo eso: su esposa. Por si no lo sabían, claro, la película se basa en una biografía escrita por la ahora ex mujer del científico (la segunda que escribió en realidad, ya que la primera aparentemente no era muy amable con él, heridas que el tiempo o los llamados de Hollywood habrán ayudado a curar) y aprobada por ambos.
THEORY-articleLargeLa película hace eje en el momento en el que el joven Hawking se enamora y empieza a enfermarse, en pleno paso por la Universidad. Ese doble eje seguirá siendo central en toda la película que recorre varias décadas de su vida: los avances de la enfermedad y las complicaciones de la relación, siempre dejando en segundo plano la tarea concreta por la que Hawking es hoy famoso, ya que, más allá de las discusiones que existen sobre la relevancia de su trabajo –muchos críticos suyos dicen que no descubrió nada importante y que su fama se debe más que nada a su condición física– es eso lo que lo ha catapultado a la fama. ¿O no?
LA TEORIA DEL TODO tiene la prolijidad, la limpieza y pulcritud de un libro de cuentos infantiles. Si bien no es preciso que el filme sea gráfico para mostrar las dificultades cotidianas de Hawking, la película no hace demasiados esfuerzos siquiera para que entendamos la enfermedad. Los conflictos más importantes del relato tendrán que ver con los hechos que van llevando a Stephen y a Jane (Felicity Jones) a separarse, más allá de los sacrificios realizados por ella para permanecer a su lado durante tantos años pese a todas las dificultades. Comparativamente, una película igual de académica y falsamente prestigiosa como EL CODIGO ENIGMA tiene al menos un eje narrativo claro y momentos de fuerte intensidad dramática. También aquel filme mira para otro lado en los asuntos más complejos y oscuros de su protagonista –allí le escapan más a la vida privada que a la ciencia–, pero al menos posee un punto de vista más o menos definido. Esta, en cambio, es un poco de todo y finalmente no es nada. Quizás, dirían sus críticos, como las propias teorías de Hawking.
Eddie Redmayne es, claramente, lo único que puede quedar en el recuerdo de esta mediocre y olvidable película. Su trabajo es preciso, sin excesos, y logra transmitir los miedos, frustraciones, broncas e inseguridades de Hawking cada vez con menos recursos físicos y vocales, en la escuela que ya dio premios a Daniel Day-Lewis y tantos otros. Yo tengo mis reparos con este tipo de actuación mimética, pero es innegable que el joven actor inglés consigue darle algo de vida a la película, casi la única vibración que la saca de la vitrina del monumento histórico.