Los agujeros negros de la vida conyugal.
El film, dirigido por James Marsh se ocupa de la historia familiar de Stephen Kawking, uno de los máximos científicos de los últimos tiempos. Con grandes actuaciones, tiene todos los condimentos de una biopic, abordados con cautela.
Cuando un científico plantea una teoría que trasciende los augustos ámbitos académicos, llega a las revistas especializadas y después a los medios masivos, más temprano que tarde un film sobre su obra, pero sobre todo sobre su vida, es casi inevitable. El inglés Stephen Hawking –que en la década del setenta habló de las singularidades del tiempo y popularizó el concepto de los agujeros negros en el universo–, cumple a rajatabla con todas las condiciones para una biopic y claro, además de su capacidad y su inteligencia, arrastra desde sus días de universitario una enfermedad degenerativa que con el paso de los años lo confinó a una silla de ruedas, desde donde solo puede comunicarse con una computadora, con lo que un film sobre su fascinante existencia es casi una obligación.
Ahora bien, a la hora de contar la historia de esta mente brillante que alcanzó la popularidad de Albert Einstein, James Marsh (director de Man on Wire, Oscar al mejor documental en 2008) eligió ir por lo seguro y junto a Anthony McCarten adaptó el libro de Jane, la primera esposa de Hawking, que escribió Travelling to Infinity: My Life with Stephen, sus memorias donde relata su vida junto al genio de Cambridge.
El resultado es una película clásica en tanto el género biográfico debe prescindir de las aristas punzantes y concentrarse en el cometido original, esto es, el centro del relato es el personaje a retratar y nada ni nadie debe mancillar su brillante trayectoria.
Entonces Eddie Redmayne tiene a su cargo el protagónico, un papel soñado por cualquier intérprete (un desempeño que por supuesto despertó la atención de Hollywood que lo nominó como mejor actor, una de las cinco categorías en que compite por los Oscar, incluyendo mejor película), acompañado por Felicity Jones como su esposa Jane, una pareja agradable para conducir una historia pasteurizada, en donde sus teorías y conclusiones se repasan rutinariamente y en cambio la relación de la pareja ocupa la mayor parte de la película.
Esta elección no tiene nada de malo, teniendo en cuenta que si el film se concentrara en la física teórica, sería una proeza que mantuviera el interés de la mayoría del público, lo que es discutible es que Marsh pulió tanto la historia –aunque presentes, el romance de Jane con un profesor de piano y el vínculo del protagonista con la enfermera que luego sería su esposa se abordan con una cautela extrema–, que incluso la hazaña de superación que significa por sí sola la vida de Hawking termina desdibujada por el tono calculador elegido por la puesta.