La épica íntima de un genio
El espectador que busque una inmersión profunda en las ideas científicas de Hawking puede quedar decepcionado, porque la película se dedica sobre todo a la vida personal del científico, con un guión basado en el segundo libro autobiográfico escrito por su ex mujer, Jane Hawking, quien se casó con él cuando ambos eran estudiantes universitarios y fue quien lo sostuvo durante su crecimiento profesional, paralelo a su declive físico, ayudándolo cuando perdió el habla y casi todos sus movimientos, lo que no le impidió tener hijos ni seguir desarrollando sus teorías acerca de la física cuántica y el funcionamiento del universo.
Las fórmulas matemáticas y físicas no son el centro del relato aunque sobrevuelan en un par de imágenes de pizarrones indescifrables y laboratorios famosos por sus descubrimientos que hicieron avanzar el conocimiento científico. Las película intenta transmitir algunos conceptos en medio de momentos cotidianos, como una secuencia subjetiva, cuando el protagonista queda atrapado en su propio pulóver y esto lo lleva a entrever -tal vez como Newton y la caída de la manzana- una asociación científica visionaria.
Medianía y equilibrio
Sustentado en una producción admirable y con sólidas actuaciones centrales, el film no se aleja de las limitaciones que suelen encontrarse en apuestas biográficas de este estilo. “La Teoría del Todo” es más bien una correcta película de fórmula, que apuesta a una narración convencional con picos emotivos subrayados: el deterioro físico en primer plano y apenas insinuados los problemas emocionales, puertas adentro de un grupo familiar evidentemente anómalo.
Medianía y equilibrio, definen al biopic de James Marsh, profesional en todo sentido. La película amaga con algún momento de intensidad más real que realista, pero tiende a desembocar en melodrama cándido, en tanto se acerca a la versión más clásica del género. Intenta cubrir la vida entera de un hombre célebre, sin ahondar en previsibles abismos humanos, apoyándose en los lugares menos riesgosos. En este sentido, la película tiene la prolijidad de un libro de cuentos. Es una feel good movie llena de buenas intenciones que toma las crisis como simples obstáculos en el camino y acompaña con secuencias bellas como la del baile universitario y la anécdota del jabón en polvo, que a su vez permite hablar de la luz ultravioleta. Siempre encuentra la forma de tratar algo abstracto en un ejemplo concreto y hasta divertido, sostenido con una banda sonora de espléndido poderío, del islandés Jóhann Jóhannsson que no sólo tiene pasajes hermosísimos, sino que además está muy bien utilizada por el director, que en algunos momentos culminantes la combina con imágenes sobre la inspiración de las teorías de Hawking.
Más allá de sus aspectos conservadores, la película tiene interpretaciones notables del dúo protagonista (Felicity Jones y Eddie Redmayne). La extraordinaria entrega física para mostrar el proceso de deterioro de su personaje, que le valieron el reciente Oscar a mejor actor principal a Eddie Redmayne como Stephen Hawking, lo consolida en un papel que era muy vulnerable de caer en la caricatura. A su lado, Felicity Jones se erige como el alma máter que consigue elevar la película de lo lacrimoso y artificial. El trabajo de la actriz inglesa aporta solidez y fragilidad, sin recursos efectistas, compone un retrato soberbio como la esposa sacrificada y por momentos, olvidada. Una arbitrariedad que, afortunadamente, el film ayuda a reparar.