Universo adolescente
Luego de su debut con Ana y los otros hace diez años, la directora Celina Murga ofreció un film diferente pero de muy escasos logros como Una semana solos; ahora, con el aval de Martin Scorsese, estrena su tercera película, La tercera orilla, un film con casi las misma deficiencias y virtudes que el anterior. La cineasta maneja indudablemente bien los climas cotidianos, otorgándoles una singular verosimilitud. Aquí lo demuestra internándose en ámbitos muy diferentes, ya sea la casa de un barrio cerrado colmada de niños o una familia disfuncional en un pueblo mesopotámico. En ambos casos, Murga sorprende con un fuerte quiebre en el desenlace, que aún generando interés en el espectador, de ningún modo se justifica a través del minucioso pero abúlico desarrollo previo.
Aquí retrata muy bien el universo adolescente de la zona junto a extraños y sinuosos vínculos familiares, con la mira puesta en un joven taciturno guiado por ciertos y férreos principios y un padre respetado en el pueblo pero tradicionalista, controlador y autoritario. Una chispa se encenderá entre ambos, produciendo una desproporcionada actitud de uno.
El realismo costumbrista y la ausencia de todo suspenso malogran los ambiciosos objetivos propuestos, pero algunas buenas escenas se pueden rescatar, junto a composiciones como la de Daniel Veronese.