La mejor película argentina estrenada durante el primer trimestre 2014
“La tercera orilla” de Celina Murga, integró la Competición Oficial de la reciente Berlinale. Tuvimos oportunidad de verla allí y nuevamente este sábado, a sala llena, en el cine Gaumont. La experiencia valió la pena ya que una segunda visión conlleva el riesgo, al desaparecer el factor sorpresa, de que decaiga el entusiasmo inicial. Sin embargo, esto no ocurrió en absoluto con el cuarto largometraje de la realizadora de Entre Ríos, que ya nos había impactado con “Ana y los otros” y en menor medida con “Una semana solos”.
Se advierte en esta nueva producción una madurez y solidez dramática que a menudo escasea en las películas de ficción de nuestro cine. Aquí existe propiamente una historia y se plantea un conflicto, sin subrayados innecesarios, que va ganando el interés del espectador de manera casi imperceptible hasta una explosión, necesaria, cercana al final.
Ambientada en su provincia natal (Concepción del Uruguay), “La tercera orilla” está centrada en Nicolás - adolescente de casi 18 años – que debe afrontar la no presencia de la figura paterna asumiendo en parte ese rol frente a sus hermanos menores. No es que el padre esté siempre ausente físicamente, ya que aparece y desaparece cada tanto al mantener virtualmente dos familias sin preocuparse demasiado por el “qué dirán”. En otro notable debut, del conocido hombre de teatro Daniel Veronese, éste compone a un frío médico cuya posición acomodada, al poseer un campo donde trabajan varios peones, le permiten llevar una doble vida.
Nicolás (Alián Devetac), está terminando el secundario (lugar ya retratado por Murga en su documental “La escuela normal”) donde también está su hermana Andrea (Irina Metzel) a punto de cumplir quince años y festejarlos en la fiesta que organiza su sufrida madre (Gaby Ferrero). Cuando le recuerda a su marido el evento éste le responde que no podrá estar ya que se va de vacaciones. Pero no termina allí el descaro paterno ya que le encarga a su hijo que se ocupe del campo, del pago de los peones y de otros menesteres hogareños.
Una escena impactante transcurre en una especie de cabaret en que el padre, evidentemente un habitué del lugar, lleva a su hijo para que se vincule sexualmente con una prostituta. En un momento ésta, ante la incomodidad del joven, le dice textualmente “vos no la estás pasando bien”. Poco antes su progenitor le había preguntado si tenía algún problema con alguna chica. Y acto seguido afirmaba: “a vos te va a ir bien y te tengo fe, pero tenés que ponerte las pilas”.
Que Nicolás tiene clara la situación lo demuestra la escena del karaoke con su hermana cuando ambos entonan juntos “Rezo por vos” (de Luis Alberto Spinetta y Charly Garcia), que contrasta calidez con la frialdad del trato que recibe de su padre.
O también cuando se defiende “a trompadas” de la agresión de otro chico en la escuela y va a parar al hospital de su padre. De hecho Nicolás ya está haciendo una especie de pasantía allí pues parece dispuesto a seguir los pasos de su padre y abuelo en la carrera médica. Allí se encuentra con Florencia, breve rol a cargo de Sofía Wilhelmi, cuyo padre Gustavo es representante del cine alemán y que junto a su esposa estuvo en la Berlinale y también en la recepción luego de la presentación del film. Además de Alián Devetac y Celina se encontraba presente su marido, el director y aquí productor Juan Villegas
El uso de armas de fuego (revolver, escopeta) es otra fuerte presencia inclusive en una escena en que en el campo el médico lo insta a matar a un cerdo moribundo. La negativa del hijo define y contrasta los caracteres de ambos personajes masculinos.
Como se afirma al inicio de esta nota, “La tercera orilla” es lo mejor que el cine argentino ha mostrado en estos tres primeros meses del año. El dato podría pasar como simple cuestión anecdótica pero en verdad esconde otra realidad más preocupante y que tiene que ver con la pobre performance de nuestro cine en los últimos tiempos.
Con algo menos de treinta estrenos en tres meses es poco lo rescatable. Una sola de las catorce películas de ficción (“El misterio de la felicidad”) tuvo buena respuesta de público (600.000 espectadores) y ello seguramente por tener a Guillermo Francella en el reparto. Parecería que su presencia, la de Darin o en menor medida Peretti pueden asegurar éxito comercial. Las trece restantes sumaron apenas 40.000 espectadores en 80 salas lo que equivale a un promedio de apenas 500 personas por sala. No le fue mucho mejor a los ocho documentales, hasta ahora estrenados en 15 salas, con un total acumulado de 1.000 personas por sala.
Seguramente la situación cambiará en los próximos meses del año pero sería deseable que a la luz de lo ya ocurrido haya un replanteo de la política de subsidios del INCAA. No se trata de reducirlos, bienvenidos sean, pero sí de ser algo más selectivos y estrictos en su otorgamiento. De lo contrario repetiremos la situación de 2014 con casi 150 estrenos de un cine que como se afirmara en nota anterior “casi nadie ve”.