No es exagerado decir que Celina Murga es una de las grandes cineastas argentinas. Filma lo que quiere, cuando quiere, con el doble rigor de comunicar lo que desea y darle los suficientes indicios al espectador. Aquí narra la tensión en una familia donde el padre, que sostiene una doble vida casi impune, quiere que su hijo siga sus pasos. Murga mira a sus personajes, captura los gestos más significativos como si no los hubiera creado, los sigue y plantea, como una habilísima tejedora, la red de violencia que se genera entre ellos. El paisaje fronterizo, entre lo agreste y lo urbano, permite reflejar la dualidad y el desgarro de sus criaturas. Pocos cineastas -y no solo en la Argentina- logran capturar con tanta precisión lo que sucede en el interior de un joven en la última frontera antes de comenzar a madurar, y La tercera orilla lo documenta con la frialdad de un bisturì,. Ya, una de las mejores películas de este año.