Los dos estrenos argentinos de esta semana, Matar a Videla y La Tigra, Chaco presentan un tópico similar: el regreso de un joven a su pueblo natal y sus afectos primordiales. Y hace poco se dio a conocer Los Angeles, otro film nacional afín a esta tónica pero con una impronta más cruda, que se vincula a esta joyita dirigida por Federico Godfrid y Juan Sasiaín por sus valores cinematográficos y por retratar pueblos reales de pocas cuadras de extensión y escasísima población. En este caso ese retorno es relatado con tanta economía de recursos expresivos como generoso despliegue de apuntes costumbristas, diálogos verosímiles y una cristalina capacidad de transmitir sensaciones y emociones. La búsqueda nunca explicitada de un padre nómade parece ser la excusa de Esteban para reencontrarse con olores, sabores, texturas y afectos perdidos. Y fundamentalmente con una compañera de la infancia que desestructurará su presente, levemente cosmopolita, devolviéndole su propio corazón detenido.
La excelente y sensible interpretación de Ezequiel Tronconi y la bellísima Guadalupe Docampo se conjugan impecablemente con un elenco en que se amalgaman –acaso con un espíritu soriniano- lugareños y actores profesionales. Un film pequeño en su propuesta y duración pero enorme en su alcance artístico y emocional.