Inocencia interrumpida
Historias de pueblo, un triángulo amoroso, inseguridades adolescentes, contradicciones entre porteños y gente del interior y una fuerte carga melancólica. Tópicos bastantes transitados por el nuevo cine argentino, pero que son trascendidos en buena parte gracias a la esponteneidad del dúo protagónico.
Esteban (Ezequiel Tronconi) regresa al pueblo chaqueño de La Tigra después de muchos años de ausencia. Vuelve a reencontrarse con su padre, un camionero que ha armado una nueva familia con esposa y otros dos hijos. Mientras empieza a conocer a sus hermanastros y espera que su papá vuelva de uno de sus habituales viajes, el muchacho se topa con Vero (Guadalupe Docampo), una amiga de la infancia que se ha convertido en una hermosa muchacha. El flechazo es inmediato, pero ella está de novia hace mucho tiempo con el hijo del carnicero del lugar y líder de una banda de rock.
La película es una crónica sobre esa atracción irresistible y la imposibilidad de consumar ese deseo. Una historia sobre la inocencia, el despertar sexual, el paso del tiempo y las diferencias entre la idiosincracia urbana y la pueblerina.
Federico Godfrid y Juan Sasiaín no apuestan a la novedad ni a la sorpresa. Se remiten a su pequeña historia de amor (¿imposible?) y se sobreponen a ciertos clisés gracias a la empatía, credibilidad y espontaneidad de la pareja central y del sólido aporte de los personajes secundarios (como la tía de Esteban que canta en checo). Entre tereré y tereré, y con los bellos paisajes veraniegos del lugar como bucólico fondo, terminan construyendo una película pequeña y entrañable.
(Esta crítica se publicó durante el Festival de Mar del Plata de 2008).